Presentación de Román Reyes durante el III Seminario sobre la Mujer musulmana: el futuro del feminismo islámico en Europa
Ser feminista es un
estilo de vida. Estilo de vida específico si se es, al mismo tiempo, creyente y
practicante. El feminismo islámico, fuera del espacio cultural que se le
supone, emerge y resiste en un entorno político-ideológico y socio-cultural
manifiestamente agresivo. Trasnochado y olvidadizo entorno que proyecta su
conflicto endogámico para identificar el mal en lo que supuestamente le excluye
o amenaza. Cuando los pilares de la propia identidad se tambalean tiende uno a
transferir las causas: el enemigo está fuera. Habrá que buscarlo o crearlo.
Para combatirlo y, si es preciso, aniquilarlo.
Cuando hablamos de
feminismo estamos hablando de colectivos (más de mujeres que de hombres),
geográfica y socialmente localizados, en la mayoría de los casos, marginados.
Aunque resistentes. Se teme lo que no se conoce, especialmente si lo no
conocido puede cuestionar la integridad de lo que se posee o tras lo que se
oculta la impotencia, cuando no la intolerancia y la nula voluntad de diálogo.
Laure Rodríguez
Quiroga forma parte del Consejo de Dirección del EMUI. Pero, al margen de su status
de investigadora, que innova cada vez que produce, es una mujer creyente,
convencida de la fe que practica, sin que su praxis pueda interpretarse como
velada estrategia de proselitismo. Convive con otros credos, otras formas de
ver y de entender el mundo … otros estilos, que no deberían ser ni excluyentes
ni mejores. Agradezco, por tanto, que me haya invitado (a título personal e institucional).
Brillante
iniciativa, Giovanna G. de Calderón, Presidenta de Mujeres por el Diálogo y la
Educación, institución que organiza este III Seminario sobre la Mujer
Musulmana. El diálogo es entre opuestos. Decir vecino no es necesariamente
señalar al enemigo. La educación es un recurso democrático que contribuye a que
ese diálogo sea posible. Dialógico es cualquier programa que ofrezca visiones,
aunque dispares complementarias, sin renunciar a posiciones que garanticen la
integridad o señas de identidad originarias. Hay diálogo, por tanto, sólo entre
oyentes de la palabra, no pronunciada o hasta ahora no escuchada. La palabra
originariamente pronunciada, oculta tras textos recurrentes, es garantía de la
fluidez de posteriores discursos. Siempre y cuando sepamos leer desde
posiciones de respeto. Siempre y cuando lo que trasciende no se subordine a lo
inmediato. La educación es proceso y objetivo, pero también una noble causa por
la que luchar. La cultura es la huella tras la que se reconoce al hablante, tras
la que reconocemos a cualquier otro que esté a la escucha.
Celebro la calidad
(humana e intelectual) de los participantes en la Mesa. Seguro que el público
asistente no va a sentirse defraudado. Para la UCM, institución que represento
en este acto, iniciativas como ésta contribuyen a enriquecer el conocimiento,
que no puede entenderse si se anteponen posiciones dogmáticas/cerradas a la
creatividad, abierta por definición, si reivindica para sí el calificativo de
crítica.
Las fuentes del
pensamiento europeo son múltiples y complejas. Incluso esa Europa profunda,
lugar común de historiadores y periodistas, no se entendería hoy sin el
mestizaje cultural que le identifica. Y no se trata sólo de procesos
migratorios que facilitan (en mayor o menor grado) la integración en los
espacios geopolíticos de acogida. Procede ser valientes y reconocer lo obvio:
la sensibilidad mítico-religiosa (a veces más solapada que manifiesta) hacia
sensibilidades colindantes, como el Islam, es irreversible. Sin una
aproximación recíprocamente dialogante, aún más, sin un diseño cómplice sería
imposible hablar hoy, pensar una Europa del o para el Siglo XXI.
El Mediterráneo,
tensamente permeable, es frontera o pretexto para que no fluyan intereses
pretendidamente antagónicos. Esa frontera se diluye si lo que fluye son
intereses económicos, más desde el Sur hacia el Norte que a la inversa. Más del
Este al Oeste. Europa, sin embargo, es impensable sin el Mediterráneo, crisol
de culturas que conviven a diferentes niveles de tensión. El Mediterráneo y
todo lo que a lo largo de la historia se ha filtrado (en dimensiones plurales)
recorriendo sus aguas.
En contraste con lo
otro que deja de temerse, en contraste con quienes enriquecen el medio con
lecturas diferentes, Europa estará más cohesionada, política, económica y
culturalmente más fuerte, si admite que el feminismo islámico no es una
estrategia oculta o malévola, ninguna solapada forma de colonialismo. La lucha
por la igualdad y la dignidad de las mujeres es más fuerte y eficaz si sus mentoras
amplían y diversifican su campo de actuación. Ser feminista y musulmana es
posible, porque no son términos excluyentes. Y de ello tiene todavía mucho que
aprender el feminismo clásico europeo. Aunque las necesidades y aspiraciones no
siempre sean confluyentes. Aunque puedan ser diversas las perspectivas,
encontradas acaso las estrategias. El objetivo último sigue siendo el mismo:
que el riesgo de exclusión, persecución o muerte no sea mayor por el simple
hecho de haber nacido mujer.
Gracias, por último,
al Instituto Egipcio de Estudios Islámicos y al Prof. El Sayed Soheim,
Consejero Cultural de la Embajada de Egipto en Madrid, por la generosidad que
supone ofrecer esta sede para que la Mesa Redonda se celebre.
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