Introducción
En análisis
anteriores nos hemos referido circunstancialmente a la necesidad de renovar los
medios de producción para que la producción sea posible. Hoy centraremos
nuestra exposición en este punto.
Decía Marx que aun
un niño sabe que una formación social que no reproduzca las condiciones de
producción al mismo tiempo que produce, no sobrevivirá siquiera un año. Por lo
tanto, la condición final de la producción es la reproducción de las
condiciones de producción. Puede ser “simple” (y se limita entonces a
reproducir las anteriores condiciones de producción) o “ampliada” (en cuyo caso
las extiende). Dejaremos esta última distinción a un lado.
¿Qué es pues la
reproducción de las condiciones de producción?
Nos internamos aquí
en un campo muy familiar (desde el tomo II de El Capital) pero, a la
vez, singularmente ignorado. Las tenaces evidencias (evidencias ideológicas de tipo
empirista) ofrecidas por el punto de vista de la mera producción e incluso de
la simple práctica productiva (abstracta ella misma con respecto al proceso de
producción) se incorporan de tal modo a nuestra conciencia cotidiana que es
sumamente difícil, por no decir casi imposible, elevarse hasta el punto de
vista de la reproducción. Sin embargo, cuando no se adopta tal punto de vista
todo resulta abstracto y deformado (más que parcial), aun en el nivel de la
producción y, con mayor razón todavía, en el de la simple práctica.
Intentaremos
examinar las cosas metódicamente.
Para simplificar
nuestra exposición, y considerando que toda formación social depende de un modo
de producción dominante, podemos decir que el proceso de producción emplea las
fuerzas productivas existentes en y bajo relaciones de producción definidas.
De donde resulta
que, para existir, toda formación social, al mismo tiempo que produce y para
poder producir, debe reproducir las condiciones de su producción. Debe, pues,
reproducir:
1) las
fuerzas productivas
2) las
relaciones de producción existentes.
Desde que Marx lo
demostró en el tomo II de El Capital, todo el mundo reconoce (incluso
los economistas burgueses que trabajaban en la contabilidad nacional, o los
modernos teóricos “macroeconomistas”) que no hay producción posible si no se
asegura la reproducción de las condiciones materiales de la producción: la
reproducción de los medios de producción.
Cualquier economista
(que en esto no se diferencia de cualquier capitalista) sabe que todos los años
es necesario prever la reposición de lo que se agota o gasta en la producción:
materia prima, instalaciones fijas (edificios), instrumentos de
producción(máquinas), etc. Decimos: un economista cualquiera = un capitalista
cualquiera, en cuanto ambos expresan el punto de vista de la empresa y se
contentan con comentar lisa y llanamente los términos de la práctica contable
de la empresa.
Pero sabemos,
gracias al genio de Quesnay —que fue el primero que planteó ese problema que
“salta a la vista”— y al genio de Marx —que lo resolvió—, que la reproducción
de las condiciones materiales de la producción no puede ser pensada a nivel de
la empresa pues no es allí donde se da en sus condiciones reales. Lo que sucede
en el nivel de la empresa es un efecto, que sólo da la idea de la necesidad de
la reproducción, pero que no permite en absoluto pensar las condiciones y los
mecanismos de la misma.
Basta reflexionar un
solo instante para convencerse: el señor X, capitalista, que produce telas de
lana en su hilandería, debe “reproducir” su materia prima, sus máquinas, etc.
Pero quien las produce para su producción no es él sino otros capitalistas: el
señor Y, un gran criador de ovejas de Australia; el señor Z, gran industrial
metalúrgico, productor de máquinas-herramienta, etc., etc., quienes, para
producir esos productos que condicionan la reproducción de las condiciones de
producción del señor X, deben a su vez reproducir las condiciones de su propia
producción, y así hasta el infinito: todo ello en tales proporciones que en el
mercado nacional (cuando no en el mercado mundial) la demanda de medios de
producción (para la reproducción) pueda ser satisfecha por la oferta.
Para pensar este
mecanismo que desemboca en una especia de “hilo sin fin” es necesario seguir la
trayectoria “global” de Marx, y estudiar especialmente en los tomos II y III de
El Capital, las relaciones de circulación de capital entre el Sector I
(producción de los medios de producción) y el Sector II (producción de los
medios de consumo), y la realización de la plusvalía.
No entraremos a
analizar esta cuestión, pues nos basta con haber mencionado que existe la
necesidad de reproducir las condiciones materiales de la producción.
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