martes, 24 de enero de 2012

“¿Es posible un capitalismo verde? La crítica ecosocialista al capitalismo” (Nota de Prensa)


El ciclo de Charlas Populares de la Asamblea de Carabanchel contará con Jorge Riechmann para reflexionar colectivamente en torno a la inviabilidad del capitalismo verde.


•    Esta nueva entrega del ciclo de Charlas Populares se traslada al Centro Social el Eko para debatir, reflexionar y pensar colectivamente junto con Jorge Reichman, a las 19:00, calle Ánade 10.


Uno de los objetivos de la Asamblea Popular de Carabanchel es el de crear espacios colectivos de debate, reflexión y pensamiento crítico que nos permitan deconstruir la complejidad del modelo económico y político hegemónico que sustenta y produce desigualdad, injusticia social y devastación ambiental y, a partir de las conclusiones que seamos capaces de alcanzar juntas, ir tejiendo modelos diferentes de organización social.

Por esta razón cada mes la Comisión de Políticas de la Asamblea de Carabanchel organiza charlas colectivas sobre diversos asuntos de relevancia política, económica y social, con las que pretendemos promover la formación colectiva desde un plano teórico para orientar prácticas que transciendan el actual modelo e impulsar la construcción desde abajo de un mundo justo, igualitario y en armonía con el sistema ecológico. En esta ocasión hemos invitado al debate a Jorge Reichmann,  profesor de Filosofía Moral de la Universidad Autónoma de Madrid, militante de Ecologistas en Acción, poeta y ensayista.

Los interrogantes sobre el capitalismo

Si frente al capitalismo voraz situamos la vida como eje central de nuestro sistema las preguntas que se nos formulan son inquietantes: ¿Por qué un accidente de tráfico con muertos, produce más riqueza en nuestro PIB que el nacimiento de un hijo en casa? ¿Qué coste social y ecológico supone nuestra actual forma de vida centrada en el consumo? ¿Qué alternativas reales hay? O como cita Reichman en su blog “medir el progreso por el consumo de energía es algo tan poco refinado como medir la satisfacción gastronómica y la calidad dietética por el número de eructos emitidos por el sujeto”.

Junto a Riechmann analizaremos la viabilidad del discurso de la sostenibilidad dentro del capitalismo, y la necesidad de alternativas diferentes a las propuestas por los teóricos el modelo económico que nos ha llevado al colapso social y ecológico. Riechmann ha dedicado buena parte de su actividad al estudio de la ética medioambiental, ecología política, pensamiento ecológico y ecosocialismo. Puede consultarse sus reflexiones y publicaciones en http://tratarde.wordpress.com.



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REFLEXIONES ECOSOCIALISTAS sobre capitalismo y crisis ecológica - Jorge Riechmann



El trabajo y la naturaleza no deben ser mercancías 

Desde la Antigüedad han existido mercados de bienes (severamente limitados con toda clase de medidas político-sociales); pero bajo el capitalismo los mercados adquirieron cada vez más importancia, y sobre todo se puso en marcha el proyecto utópico de un mercado global autorregulador. Con la Revolución Industrial arrancó un expansivo proceso de mercantilización que amenaza con extenderse a todos los factores de la vida social y económica, con gravísimas consecuencias. La advertencia de Karl Polanyi en La gran transformación, publicado hace casi setenta años, debería seguir resonando en nuestros oídos:
“La idea de un mercado que se regula a sí mismo era una idea puramente utópica. Una institución como ésta no podía existir de forma duradera sin aniquilar la sustancia humana y la naturaleza de la sociedad, sin destruir al hombre y sin transformar su ecosistema en un desierto.” [1]
El movimiento obrero sabe desde hace más de siglo y medio que la fuerza de trabajo --indisociable de su soporte físico, el trabajador-- no puede ser una mercancía como las demás sin poner en peligro la vida y la salud de los trabajadores. Ahora bien: de la misma forma, la naturaleza no puede ser una mercancía como las demás sin poner en peligro la integridad y la salud de la biosfera, la vida de la vida, de la cual nosotros (y las demás especies que habitan nuestro planeta) dependemos absolutamente.
En el capítulo 6 de ese libro capital que es La gran transformación Polanyi analiza los factores de producción –naturaleza, trabajo y capital— en términos de fictitious commodities o “seudomercancías”. En efecto, está claro que land, labour and money no son mercancías producidas para ser intercambiadas en mercados, sino que por el contrario constituyen prerrequisitos de la producción de mercancías que podrán ser luego, si acaso, intercambiadas. Al tratarlas como seudomercancías, la teoría económica dominante (el marginalismo neoclásico) deforma su propia construcción teórica e induce graves daños. Pues “el trabajo no es ni más ni menos que los propios seres humanos que forman la sociedad; y la tierra no es más que el medio natural donde cada sociedad existe. Incluir al trabajo y a la tierra entre los mecanismos del mercado supone subordinar a las leyes del mercado la sustancia misma de la sociedad.” [2]
Ni el trabajo ni la naturaleza pueden mercantilizarse sin perjuicio de los seres humanos y de la biosfera, para cuya supervivencia y bienestar han de darse ciertas condiciones independientes de la economía. Pero precisamente el capitalismo se caracteriza por mercantilizar los factores de producción trabajo, naturaleza y capital.
Queremos una economía de mercado, pero no una sociedad de mercado, decía hace algunos años el primer ministro francés Lionel Jospin (también líder del Partido Socialista). Pero si el análisis de Polanyi en el libro clásico que estamos citando resulta certero (y todo indica que es así), entonces una economía de mercado tiende a moldear a la sociedad hasta convertirla en una sociedad de mercado, vale decir, en una sociedad donde la esfera económica del mercado autorregulador se ha separado institucionalmente de la esfera política, y donde esta esfera o subsistema económico prevalece –novum histórico absoluto--, sometiendo al conjunto de la sociedad a sus exigencias. [3] Así como en todas las sociedades no capitalistas las relaciones sociales engloban la economía, la encauzan y la regulan, en la utopía capitalista del mercado total sucede exactamente al revés. Hay que optar, entonces: o economía de mercado o sociedad sostenible y democrática –con disyunción excluyente.
El fin de la economía no puede ser la eficiencia productiva en abstracto (definida en función de los valores de cambio y la maximización del beneficio privado), sino el bienestar de los seres humanos (que incluye en primerísimo lugar la preservación de una biosfera habitable). Una economía que en nombre de la eficiencia productiva dañe irreversiblemente a los seres humanos y la biosfera constituye una perversión absoluta.
Por ello las condiciones de sustentabilidad ecológica y las exigencias sociales de justicia tienen que operar como límites externos para los mercados, independientes de los mercados. En general, la existencia de límites ecológicos ha de traducirse en medidas de regulación y control. Lo que estos límites vienen a decir es: hay cosas --muchas cosas-- que no deben hacerse, aunque parezca exigirlas la miope "eficiencia económica" que supuestamente resultaría del "libre juego de las fuerzas del mercado".
Dicho de otra forma: ecologizar la economía exige poner trabas al librecambio y la operación de los mercados, al poder del capital, a la mercantilización del trabajo y de la naturaleza. Fernando de los Ríos dijo en cierta ocasión: "si queremos hacer al hombre libre tenemos que hacer a la economía esclava". Hoy podemos añadir: si queremos conservar el mundo, si queremos detener la destrucción de la biosfera y los seres que la habitan, tenemos que hacer a la economía esclava. Expresado en forma muy general, una economía ecológica ha de superar el déficit de regulación en el metabolismo entre sociedades industriales y biosfera que padecemos en la actualidad. 

sábado, 21 de enero de 2012

Las ideas político-ecológicas de Karl Marx - Manuel Sacristán (1983)

 
"Se puede tener casi la seguridad de que hoy, a diferencia de lo que habría ocurrido hace dos o tres años todavía, un asunto como el que está anunciado no necesita justificación. Sin duda sigue habiendo ambientes de opinión que consideran artificiosa la preocupación por cuestiones como la que nos va a ocupar, pero tantas personas están ya lo suficientemente informadas de la importancia de los problemas ecológico-políticos que se puede prescindir de una justificación extensa. Tratar este asunto no es atender a una moda pasajera, esta problemática, por el contrario, está en agravación constante; tampoco es una cuestión de estética, como se dice a veces entre despectiva y condescendientemente; ni es una afirmación idílica de una supuesta armonía que hoy estaría vulnerada. Quien de verdad se plantea los problemas político-ecológicos sabe que no se trata de cultivar la añoranza de estadios anteriores supuestamente más felices o más equilibrados. La hipótesis de que los animales que antropocéntricamente llamamos superiores, como nosotros mismos, deban sus condiciones de existencia a una contaminación basta para evitar todo enfoque esteticista o nostálgico: nosotros respiramos porque en el estado actual del planeta hay oxígeno suficiente en la atmósfera, y ese oxígeno era polución desde el punto de vista (por así decirlo) de las algas y otros organismos que tal vez lo produjeron; esos organismos respiraban carbónico". [...]

* PUEDEN ESCUCHARSE ESTA Y OTRAS CONFERENCIAS DE SACRISTÁN AQUÍ


jueves, 19 de enero de 2012

ALGUNOS poemas - Jorge Riechmann



Abolir la nostalgia

Es la hermana tullida del deseo.
De nada verdadero se predica.
Le place avasallar: busca vasallos.
No le miréis las manos,
perder es imposible.

Abolir la nostalgia, esa tenia violenta,
esa impotencia desovillada en máscara,
mi desdentada enemiga más voraz.
Untarle el cuerpo de brea y de vergüenza.

Sea
la desolada quimera del presente
nuestro empeño imborrable.

                                      (de Cántico de la erosión).



Escena de infancia

De niño encendí hogueras
para quemar lombrices de tierra vivas.
Veraneaba entonces en el valle de Hecho.

La crueldad de quienes
torturaban sapos me asqueaba,
alguna vez llegamos a las manos.

Lombrices: carne
rosa hasta la indefensión, universales anillos
de sufrimiento mudo.

Se retorcían como seres humanos.

                                      (de Cuaderno de Berlín)


¿Comunismo sin crecimiento? - Wolfgang Harich

 
DUVE: Hace medio año, a principios de abril de 1974, quiso usted mantener una controversia pública con Arnold Gehlen y Rudolf Augstein. El tema: "Riesgos y posibilidades del futuro; la crisis ecológica como viraje histórico". La conversación no se llevó a efecto. La impidió seguramente la precipitación de la Radiodifusión alemana-occidental y la hipersensibilidad de la República Democrática Alemana. ¿Cómo es que un historiador marxista de la literatura se dedica a cuestiones de la crisis del crecimiento? ¿Y cuál es su punto de vista acerca de la exigencia de un freno global y diferenciado del proceso de "despliegue de las fuerzas productivas"?

HARICH: Mi interés por la ecología se remonta a 1948. Yo era entonces un estudiante de filosofía, rama germanística, y me ganaba al mismo tiempo la vida haciendo trabajo periodístico, como crítico. Entonces el SED, del que era yo militante, decidió incluir en los planes de estudios universitarios de la SBZ, la posterior República Democrática Alemana, ciclos de conferencias sobre filosofía marxista. Algunos camaradas versados en filosofía, entre los que me contaba, fuimos preparados para esta tarea en un curso de habilitación para la docencia en la Escuela Superior del partido. Seguidamente pasamos a ser encargados de curso; yo mismo, en la Facultad de Pedagogía [...] 

miércoles, 18 de enero de 2012

INSUFICIENCIA de la eficiencia - Jorge Riechmann


 En abril de 2009, el catedrático de Estructura Económica de la Universitat Ramón Llull Santiago Niño Becerra publicó en prensa un ensayo titulado “Lo que está pasando”, que ofrecía un breve análisis de la crisis económica actual y una sugerencia estratégica para salir de la misma. Este bienintencionado texto muestra, de manera paradigmática, las dificultades que la dominante ortodoxia económica (la versión contemporánea del marginalismo neoclásico) encuentra a la hora de sacudirse sus anteojeras para tratar de pensar lo que podríamos llamar, pace Ortega y Gasset, el verdadero tema de nuestro tiempo: la crisis económico-ecológica y socioambiental. Crisis que amenaza con llevarse por delante no solamente millones de puestos de trabajo y miles de millones de euros en valor monetario, sino quizá incluso nuestra entera civilización.

En su texto, Niño caracteriza la crisis actual como sistémica (y en esto no puedo sino coincidir con él). Estas crisis, escribe, “se caracterizan porque al estallar afectan al propio funcionamiento del sistema y a fin de salir de ellas es preciso sustituir o modificar en profundidad algunos elementos constitutivos del mismo, de forma que se introduzca en él una nueva forma de operar. La crisis de 1929, que condujo a la Gran Depresión, fue de estas características. La crisis ante la que ahora nos hallamos también lo es” (El País, 13 de abril de 2009, p. 23). Lo malo viene a la hora de la sugerencia estratégica para hacer frente a la crisis: se trataría de eliminar el despilfarro de recursos naturales mediante una estrategia de ecoeficiencia, tomando conciencia “de algo que deberíamos haber comprendido hace tiempo. A saber: que la eficiencia en el uso de los recursos debe regir de forma prioritaria la toma de decisiones, y que es a través de la mejora continuada de la productividad como se pueden conseguir los cambios necesarios para ver la salida de la crisis”.

No es que la ecoeficiencia sea mala en sí misma, claro que no: el problema viene de la miopía de una perspectiva incapaz de captar la profundidad de los desafíos a los que hacemos frente. Pues la ecoeficiencia sería un rasgo necesario, pero no suficiente, para la sostenibilidad de la economía ecologizada a la que debemos aspirar: y sabemos por otra parte que, en el contexto de la actual economía productivista/ consumista, las ganancias en ecoeficiencia conducen casi siempre a incrementos aún mayores en el consumo total de recursos (se trata del “efecto rebote” que han analizado teóricamente, y constatado empíricamente, numerosos economistas en los últimos decenios –después de que fuera identificado por William Stanley Jevons, investigador sobre The Coal Question, hace casi siglo y medio).

Esto es lo que da de sí el paradigma económico dominante, incluso cuando trata de pensar contra sí mismo: apenas la sugerencia bienintencionada de ecoeficiencia. Que se sitúa dramáticamente por debajo de lo que necesitaríamos, tanto en análisis teórico como en políticas económicas prácticas, para salir del laberinto donde dos siglos de expansión industrial y territorial propulsada por el uso masivo de combustibles fósiles nos han introducido.

Para reintegrar economía y naturaleza, para avanzar –desde el terrible hondón donde ahora nos encontramos– hacia sociedades no autodestructivas ni depredadoras de la biosfera, necesitamos mucho más que ecoeficiencia: economía homeostática en vez de economía de crecimiento, sistemas energéticos de base solar, agroecología, extracción sostenible de recursos renovables, producción limpia, socialización de la banca, reforma fiscal ecológica… Todo ello guiado por los principios de autocontención, biomímesis, precaución y –ahora sí, pero dentro de este contexto— ecoeficiencia.

SOBRE SUFICIENCIA y vida buena - Manfred Linz

 
Un chiste gráfico presenta a dos ancianos sentados uno junto al otro en un banco. Uno de ellos refunfuña apoyado en su bastón: “cuanto más aumenta la esperanza de vida, menos espero de la vida”. También esto sería suficiencia, aunque no la suficiencia de la cual debemos ocuparnos hoy. Estoy seguro de que puedo contar con que ustedes abrigan expectativas más altas hacia la vida, y no tengo intención de menoscabar tales
expectativas. 

Explicaré brevemente lo que voy a hacer. Mi intervención tiene dos partes: la primera analiza los tres caminos hacia la sostenibilidad, entre ellos especialmente el de la suficiencia; e intenta mostrar por qué la suficiencia es necesaria. La segunda parte se ocupa de la forma en que el Instituto Wuppertal ha organizado su investigación acerca de la suficiencia.

Tres caminos hacia la sostenibilidad 

Presupongo entre nosotros algo de terreno común. Los países industriales, y entre ellos también Alemania y España, consumen demasiados recursos naturales y sobrecargan excesivamente los ecosistemas con sus residuos. Esta sobreexplotación de la naturaleza está destruyendo ya hoy los equilibrios ecológicos; no es pensable que pueda extenderse a toda la población mundial. Por eso, nosotros como individuos y también nuestros países tenemos que aprender a vivir, trabajar y producir de manera
sostenible.

La sostenibilidad puede perseguirse por tres caminos distintos: eficiencia, coherencia y suficiencia. De manera breve se pueden caracterizar estas tres vías de la siguiente forma: la eficiencia se orienta al mejor
aprovechamiento de la materia y la energía, esto es, una mayor productividad de los recursos naturales. La suficiencia trata de lograr un menor consumo de los recursos a través de una demanda de bienes menor. La coherencia se orienta hacia tecnologías compatibles con la naturaleza, que aprovechen los ecosistemas sin destruirlos.

martes, 17 de enero de 2012

MANIFIESTO ecosocialista - Joel Kovel y Michael Löwy

 


Introducción

La idea de este manifiesto ecosocialista fue lanzada en conjunto por Joel Kovel y Michael Löwy en un taller sobre ecología y socialismo celebrado en Vincennes, cerca de París, en septiembre de 2001. Todos sufrimos de un caso crónico de la paradoja de Gramsci, al vivir en un tiempo cuyo viejo orden está muriendo (arrastrando a la civilización consigo) mientras el orden nuevo no parece capaz de nacer. Pero al menos puede anunciarse. La sombra más profunda que se cierne sobre nosotros no es el terror, el colapso ambiental, ni la recesión o depresión global. Es el fatalismo internalizado que afirma que no existe alternativa posible al orden mundial capitalista. Por eso quisimos poner un ejemplo de un tipo de discurso que niega deliberadamente el ánimo actual de transigencia angustiada y aceptación pasiva. 

El ecosocialismo no es aún un fantasma, ni está plasmado en ningún partido o movimiento concreto. Sólo es una línea de razonamiento, basada en una lectura de la crisis actual y las condiciones necesarias para superarla. No pretendemos ser omniscientes. Lejos de ello, nuestro objetivo es invitar al diálogo, al debate, a la enmienda, sobre todo, en el sentido de cómo esta noción puede realizarse. Innumerables focos de resistencia surgen espontáneamente a través de la caótica ecumene del capital global. Muchas son inmanentemente ecosocialistas en contenido. ¿ Cómo pueden reunirse ? ¿ Podemos imaginar una "internacional ecosocialista" ? ¿ Puede el fantasma llegar a existir ? Con ese fin, convocamos al debate.

Manifiesto ecosocialista.

El siglo XXI se inicia de manera catastrófica, con un grado sin precedentes de deterioro ecológico y un orden mundial caótico, amenazado por el terror y por conglomerados de guerra desintegradora, de baja intensidad, que se extienden como gangrena a través de amplios segmentos del planeta -África Central, Medio Oriente, Asia Central y del Sur y noroeste de Sudamérica- y reverberan a través de las naciones. 

En nuestra visión, la crisis ecológica y la crisis de deterioro social están profundamente interrelacionadas y deben ser vistas como distintas manifestaciones de las mismas fuerzas estructurales. La primera se origina ampliamente en la industrialización rampante que desborda la capacidad de la Tierra para amortiguar y contener la desestabilización ecológica. La segunda se deriva de la forma de imperialismo conocida como globalización, con efectos desintegradores en las sociedades que encuentra a su paso. Más aun, estas fuerzas subyacentes son esencialmente aspectos diferentes de una misma corriente, que debe ser identificada como la dinámica central que mueve a la totalidad: la expansión del sistema capitalista mundial.

Rechazamos todos los eufemismos o la suavización propagandística de la brutalidad de este régimen: todo intento de lavado verde de sus costos ecológicos, toda mistificación de sus costos humanos en nombre de la democracia y los derechos humanos. Insistimos, por el contrario, en mirar al capital desde la perspectiva de lo que realmente ha hecho.

Actuando sobre la naturaleza y su equilibrio ecológico, el régimen, con su imperativo de expansión constante de la rentabilidad, expone los ecosistemas a contaminantes desestabilizadores; fragmenta hábitats que han evolucionado durante eones para permitir el florecimiento de los organismos, despilfarra los recursos y reduce la sensual vitalidad de la naturaleza al frío intercambio requerido por la acumulación de capital.