jueves, 27 de diciembre de 2012

Informe sobre la construcción de situaciones y sobre las condiciones de la organización y la acción de la tendencia situacionista internacional - Guy Debord (1957)



 

Traducción de Nelo Vilar publicada en el # 4 de Fuera de Banda: Situacionistas: ni arte, ni política, ni urbanismo, bajo el título "Revolución y contra-revolución en la cultura moderna"; texto extraido de Sur le passage de quelques personnes à travers une assez courte unité de temps, Centre Georges Pompidou, París, 1989.
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Pensamos que hay que cambiar el mundo. Queremos el cambio más liberador posible de la sociedad y de la vida en la que nos hallamos. Sabemos que este cambio es posible mediante las acciones apropiadas.

El tema que nos ocupa es precisamente el uso de ciertos medios de acción y el descubrimiento de nuevos -que se pueden identificar fácilmente en el dominio de la cultura y de las costumbres, aplicados en la perspectiva de una interacción de todos los cambios revolucionarios.

Lo que llamamos cultura, manifiesta, pero también prefigura en una sociedad dada, las posibilidades de organización de la vida. Nuestra época se caracteriza fundamentalmente por el retraso de la acción política revolucionaria respecto del desarrollo de las posibilidades modernas de producción, que exigen una organización superior del mundo.

Vivimos una crisis esencial de la historia, en la cual cada año se ve más claramente el problema de la dominación racional de las nuevas fuerzas productivas y la formación de una civilización a escala mundial. Sin embargo, la acción del movimiento obrero internacional, de la que depende la caída previa de la infraestructura económica de explotación, no ha conseguido más que pequeños éxitos locales. El capitalismo inventa nuevas formas de lucha -dirigismo del mercado, aumento del sector de la distribución, gobiernos fascistas-; se apoya en la degeneración de las direcciones obreras; maquilla, con la ayuda de diversas tácticas reformistas, las oposiciones de clase. De esta manera ha mantenido las antiguas relaciones sociales en la mayor parte de los países industrializados, para privar a la sociedad socialista de su base material indispensable. En cambio, los países subdesarrollados o colonizados, comprometidos desde hace una decena de años en un combate más sumario contra el imperialismo, han obtenido éxitos importantes. Sus éxitos agravan las contradicciones de la economía capitalista y, principalmente en el caso de la revolución china, favorecen una renovación del conjunto del movimiento revolucionario. Esta renovación no puede limitarse a reformas en los países capitalistas o anticapitalistas; al contrario: provocará conflictos en todas partes, replanteando la cuestión del poder.

El estallido de la cultura moderna es el producto, en el plano de la lucha ideológica, del paroxismo caótico de estos antagonismos. Los nuevos deseos que se definen se encuentran formulados en el aire: los recursos de la época permiten su realización, pero la estructura económica retardadora es incapaz de valorar estos recursos. Al mismo tiempo, la ideología de la clase dominante ha perdido toda coherencia: por la depreciación de sus sucesivas concepciones del mundo, lo que la inclina al indeterminismo histórico; por la coexistencia de pensamientos reaccionarios escalonados cronológicamente y en principio enemigos, como el cristianismo y la social-democracia; por la mezcla de las aportaciones de varias civilizaciones extranjeras en el Occidente contemporáneo, de las que se reconocen pocos valores. El objetivo principal de la ideología de la clase dominante es, pues, la confusión.

En la cultura -al emplear la palabra cultura dejamos de lado constantemente los aspectos científicos o pedagógicos de la cultura, incluso si la confusión se hace sentir a nivel de las grandes teorías científicas o de los conceptos generales de la enseñanza; designamos un complejo de la estética, de los sentimientos y de las costumbres: la reacción de una época sobre la vida cotidiana-, los procedimientos contra-revolucionarios que causan la confusión son, paralelamente, la anexión parcial de los nuevos valores y una producción deliberadamente anti-cultural apoyada en los medios de la gran industria (novela, cine), consecuencia natural del embrutecimiento de la juventud en las escuelas y en la familia. La ideología dominante organiza la banalización de los hallazgos subversivos y las difunde ampliamente una vez esterilizadas. Incluso consigue servirse de los individuos subversivos: muertos por el falseamiento de su obra y vivos gracias a la confusión ideológica general, drogados con una de las místicas con las que comercia.

La cólera del suburbio - Miguel Amorós (2005)

 

Al despuntar la década de los ochenta, cuando tuvieron lugar las revueltas urbanas de Brixton (Londres), Toxteh (Liverpool) y Les Minguettes (Marsella), se apoderó de los medios radicales la sensación de estar viviendo un postrer relanzamiento de la ofensiva proletaria contra la sociedad de clases, en pleno proceso de transición hacia formas más perfeccionadas de explotación y adiestramiento. Los obreros polacos socavaban con eficacia el dominio burocrático y acababan de darse en el viejo continente luchas que apuntaban directo a la raíz del problema como el movimiento asambleario español, la autonomía obrera en Italia, las manifestaciones incendiarias del norte de Francia o los enfrentamientos entre la policía y los mineros ingleses.

En cinco o seis años el Estado había dado pruebas irrefutables tanto de su incompetencia, al no controlar el funcionamiento del sistema capitalista, como de su impotencia, al no poder garantizar el orden en las fábricas y en los suburbios. La acción directa hacía progresos. La liquidación de importantes sectores industriales caducos y el confinamiento de los parados en guetos periféricos amenazaba con provocar una crisis mayor que la que trataba de paliar. El proletariado salía de su pasividad suicida y no se resignaba a conducirse como el ganado camino del matadero. Reinaba tal rencor en sus filas que la menor chispa provocaba estallidos de violencia, por desgracia, locales y aislados. Los radicales apostaban por que una extensión suficiente de la cólera obrera bloquease los mecanismos de la represión y permitiese la comunicación directa entre los parias de la tierra, sin dirigentes de por medio. “Cuando los obreros hablan, el Estado se disuelve”. Las revueltas del suburbio venían a confirmar esa transformación del desespero cotidiano en furor de vivir. Los habitantes de los extrarradios (la clase obrera empobrecida) no aceptaban el destino al que les condenaba la explotación capitalista y rechazaban violentamente tanto el trabajo como la mala vida que suponía. La violencia colectiva de los suburbios mostraba al conjunto de proletarios el camino para salir de la dinámica de producción-consumo. No podían conformarse con suplicar un derecho al trabajo y a la vivienda presentando como deseable lo que para muchos ya era insoportable, pero para satisfacer la voluntad de vivir plenamente tenían que enfrentarse al sistema de frente, procediendo con método. La gasolina y los palos tenían que hacer sitio a la discusión crítica, al rechazo de toda mediación, a la asociación antijerárquica. Sabemos en que paró todo aquello. Mediante una mezcla de represión, drogas y sindicalismo las victorias no se aprovecharon, muchas ocasiones se dejaron pasar, se dieron pasos en la mala dirección, hubo estancamiento, etc., y las consecuencias de tales errores y fracasos hoy las pagamos. Los que estuvieron en aquellos frentes de batalla volvieron más pobres en cuanto a experiencia comunicable. Se encontraron indefensos en medio de un paisaje que en pocos años se volvió irreconocible. El cierre de las industrias condenó a la precariedad a un gran número de trabajadores. De pronto se encontraron sin trabajo y sin recursos. Pero la nueva miseria fue mucho más que material: la vida se digitalizaba por momentos y la sumisión al menor de los imperativos económicos o tecnológicos era la norma. La pobreza de la experiencia, tanto privada como pública, era su principal resultado, el que definía un nuevo estado de barbarie. Yo he llamado a la sociedad donde reina ese estado sociedad de masas.

jueves, 20 de diciembre de 2012

CICLO REVOLUCIONES OLVIDADAS: La Revolución de Octubre de 1934 en Asturias.

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Desde revoluciones olvidadas abordaremos el proceso revolucionario de 1934 desde varios puntos de vista. 

Primero tendremos en cuenta la situación de Asturias como punto de partida enmarcar los hechos sucedidos en todo el estado español, dentro del contexto internacional.

Con todo este trabajo de análisis pretendemos comprobar si tal como dicen los historiadores el día 5 de Octubre de 1934 se inicio en España uno de los momentos claves, no solo de la historia de España, sino de todo el movimiento obrero internacional.

Por eso os esperamos el viernes 21 de diciembre a las 19:30 en La gatonera , calle Amistad nº9, <M> Vistalegre,  para poder sumergirnos en este periodo de la historia recuperar nuestra memoria y sacar, con ello, conclusiones para el momento presente.





Banalidades de base - Raoul Vaneigem (1963)


Publicado en Internationale Situationiste # 7-8 (1963). Traducción extraída de Internacional Situacionista vol. II: La supresión de la política, Madrid, Literatura Gris, 2000. 


1
El capitalismo burocrático encontró en Marx su justificación legítima. No se trata aquí de conceder al marxismo ortodoxo el dudoso mérito de haber reforzado las estructuras neocapitalistas cuya reorganización actual lleva consigo el elogio del totalitarismo soviético, sino de subrayar cómo los análisis más profundos de Marx sobre la alienación se han vulgarizado en hechos de una banalidad extrema, que despojados de su caparazón mágico y materializados en cada gesto forman día tras día la vida de un número creciente de personas. En suma, el capitalismo burocrático contiene la verdad evidente de la alienación, la ha puesto al alcance de todos mejor de lo que Marx podía esperar, la ha banalizado a medida que, al atenuarse la miseria, la mediocridad de la existencia se extendía cual mancha de aceite. El pauperismo gana en profundidad sobre el modo de vida lo que pierde en extensión sobre la estricta supervivencia, he aquí al menos un sentimiento unánimemente compartido que exime a Marx de todas las interpretaciones que extrajo de él un bolchevismo degenerado, aun cuando la "teoría" de la coexistencia pacífica intervenga a tiempo para acelerar una toma de conciencia semejante y extreme los escrúpulos hasta el punto de revelar, a quien hubiera podido no comprenderlo, que es posible el entendimiento entre explotadores a pesar de sus divergencias espectaculares. 

2
"Todo acto" escribe Mircea Eliade, "es susceptible de convertirse en religioso. La existencia humana se realiza simultáneamente en dos planos paralelos: el de lo temporal, el devenir, la ilusión, y el de la eternidad, la substancia, la realidad." En el siglo XIX se probó, mediante el divorcio brutal entre los dos planos, que hubiera sido preferible para el poder mantener la realidad en un baño de trascendencia divina. Todavía tendremos que concederle al reformismo esta justicia: allí donde Bonaparte fracasa, el devenir llega a sumergirse en la eternidad y lo real en la ilusión; la unión no tiene el valor sacramental del matrimonio religioso, pero dura, es lo máximo que pueden exigir de ella los gerentes de la coexistencia y de la paz social. Es también lo que nos hace definirnos -en la perspectiva ilusoria de la duración, a la cual no escapa nada- como el fin de la temporalidad abstracta, del tiempo reificado de nuestros actos. ¿Hace falta traducir: definirnos en el polo positivo de la alienación como fin de la alienación social, de la permanencia de la humanidad en la alienación social? 

3
La socialización de los grupos humanos primitivos demuestra una voluntad de luchar más eficazmente contra las fuerzas misteriosas y terroríficas de la naturaleza. Pero luchar en el medio natural, a la vez contra él y con él, someterse a sus más inhumanas leyes para arrancarle una posibilidad suplementaria de supervivencia, no podía más que originar una forma evolucionada de defensa agresiva, una actitud más compleja y menos primitiva que presentaba en un plano superior las contradicciones que no cesaban de imponerle las fuerzas incontroladas y sin embargo influenciables de la naturaleza. Al socializarse, la lucha contra el dominio ciego de la naturaleza impone sus victorias en la medida en que asimila poco a poco, aunque con otra forma, la alienación primitiva, la alienación natural. La alienación se hizo social en el combate contra la alienación natural. Por azar, una civilización técnica se desarrolló hasta el punto en que la alienación social se reveló chocando con los últimos puntos de resistencia natural que el poder técnico no lograba reducir, y con motivo. Los tecnócratas nos proponen hoy llevar a su término la alienación primitiva en un bello arrebato humanitario, nos incitan a desarrollar ante todo los medios técnicos que permitirían "en sí mismos" combatir eficazmente la muerte, el sufrimiento, el malestar, la fatiga de vivir. Pero sería menos milagroso suprimir la muerte que el suicidio y el deseo de morir. Hay una forma de abolir la pena de muerte que hace que se la eche de menos. Hasta ahora, el empleo particular de la técnica o, en un sentido más amplio, el contexto económico-social donde se define la actividad humana, ha disminuido cuantitativamente las posibilidades de sufrimiento y de muerte, mientras que la muerte se instalaba en la vida de cada uno como una enfermedad incurable.

Las huelgas que cuentan que ganamos - Miguel Amorós (2008)

 

Las victorias sobre los bárbaros reclaman himnos, las victorias sobre los griegos, lamentos.
 (Gorgias)

¿Las huelgas generales que han sucedido desde aquel socorrido 14-D en España y en toda Europa hasta el diciembre francés del 95, forman parte de una revuelta contra la mundialización o son la prueba palmaria de la evaporación -virtualización diríamos ahora- de la lucha de clases? Antes de responder a la pregunta señalaríamos un hecho que nos llama la atención: la total normalidad del día siguiente. Pareció con las huelgas como con las meigas, que ya no se las ve por ningún sitio pero, de haberlas habido, húbolas.

Ni discusiones, ni nuevos procesos organizativos, ni luchas que las prolonguen, que muestren una progresión en la conciencia de sus protagonistas. Por eso, nos inclinamos a pensar que no son verdaderas huelgas, o bien que han acabado no siéndolo, que ya no ocurren huelgas auténticas, de las de antes. La pregunta es otra: ¿Cómo pueden existir huelgas obreras en la actualidad si la clase obrera no existe, si los obreros no existen en tanto que clase social específica? Quienes tratan de explicar el presente con conceptos solamente aplicables a la realidad anterior militan por la confusión y benefician al mantenimiento del orden. Alguien se acordará de los modos espontáneos y autónomos de los movimientos de base, de algún radicalismo, de alguna asamblea… pero todo ello carece de importancia, permanece en el terreno laboral, en el coto de los sindicatos, necesariamente se autolimita y entra en competencia desigual con ellos hasta degenerar en otro sindicato más o desaparecer. La ilusión de un movimiento obrero de verdad, al margen de las centrales sindicales, ya sólo son capaces de crearla las propias centrales, en tanto que maniobra de diversión específica y nada infrecuente. Hoy en día, la condición de asalariado es general y, en ese sentido, casi todo el mundo es obrero, explotado, dirigido, desposeído o contaminado, pero eso no significa que forme parte de un sujeto histórico o de una clase, que tenga una predisposición particular a la revolución, una misión histórica determinada o un destino. Sólo es uno de esos que «puede votar, pero no elegir», al decir de J. Estefanía (alto ejecutivo de El País). Queda, eso sí, una clase residual, ligada a la antigua producción industrial, es decir, al periodo capitalista precedente, en franco proceso de jubilación. Esa que todavía nos enseñan en los patéticos desfiles del Primero de Mayo cantando La Internacional. En fin, una antigualla de antes de la mundialización.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Carta a a G. P. Brega - Gianfranco Sanguinetti (1972)




[En la mejor tradición surrealista, los situacionistas consideraban que determinadas diferencias de pareceres solo podían resolverse de forma civilizada; es decir, sirviéndose del arte del improperio y, llegado el momento, con un buen manojo de hostias. Lo que sigue es una carta escrita por Gianfranco Sanguinetti en nombre de la sección italiana de la IS, cuyos destinatarios eran los editores de la casa Feltrinelli. El texto está incluido en internazionale situazionista. Textos completos de la sección italiana de la Internacional Situacionista (1969-1972), un volumen prologado por Miguel Amorós y traducido por Diego L. Sanromán]


La Internacional situacionista a G. P. Brega
Copia para Del Bo, director de los archivos del Instituto Feltrinelli

                                                                                              Milán, 14 de febrero de 1972


Pobre gilipollas,

Hemos leído tu carta a Debord.
Nos complace que te haya irritado.

Constatamos igualmente cómo te vanaglorias del relativo e irrisorio aumento de poder que el relativo y completamente ridículo “exilio” de tu patrón te permite haber alcanzado en la editorial.

Puesto que un agente de Feltrinelli no puede ser más que un mentiroso, tus embarazosas pseudo-correcciones a propósito de Sobre la miseria en el medio estudiantil no merecen respuesta alguna (pero hay no pocos extremistas que aún se acuerdan de tu digno compadre Nanni Balestrini, el mismo que hoy se jacta, siempre que tiene ocasión, de “quererlo todo”, pero que, a comienzos de 1968, se contentaba con mendigar miserablemente, pero sin descanso, alrededor de ellos para asegurarse los ingresos de la venta “underground” de nuestro panfleto).

Confirmas, por otro lado, toda la temeraria inutilidad de tus mentiras cuando pretendes que tu patrón no ha sido jamás estalinista. Pedazo de mierda, desearías estar en la posición de Stalin para establecer en solitario la definición canónica de las palabras. En tu opinión, Feltrinelli no sería un estalinista; ni tampoco Dubcek, ni Kadar, ni Arthur London, ni Castro, ni Mao. ¡Según la misma lógica, Brega, tú mismo no serías ni un cerdo ni un imbécil! Comprendemos tu interés al respecto, pero ¡deja de soñar!

Por otro lado, si no fueras todo lo ignorante que es preciso para ser director de edición en Feltrinelli, sabrías que los documentos que atestiguan el estalinismo de Feltrinelli y una parte de su comercio con el llamado partido comunista están ya recogidos en el mismísimo Instituto Feltrinelli; sólo tienes que pedirle a Del Bo que te los muestre.

Elementos fundamentales de la crítica antidesarrollista - Miguel Amorós


La crítica antidesarrollista no llega como una novedad empaquetada y a disposición de quien quiera usarla. Resume y abarca todos los elementos críticos anteriores, pero no es un fenómeno intelectual, una teoría especulativa fruto de mentes privilegiadas dispuestas a largas jornadas de estudio y meditación. Es la reflexión de una experiencia de lucha y de una práctica cotidiana. Nace de la práctica y vuelve siempre a ella. No se queda en libros, artículos, círculos de enterados o torres de marfil; es fruto tanto del debate, como de la pelea. En una palabra: es hija de la acción, éste es su medio y no puede sobrevivir fuera de él.

El objetivo de esta disertación no es otro que el de exponer las líneas maestras por donde discurre la crítica real del capitalismo en sus últimas fases, a la cual hemos llamado antidesarrollista. La cuestión social quedó en sus inicios planteada partiendo de la explotación de los trabajadores en los talleres, fábricas y minas. La crítica social fue ante todo crítica de la sociedad de clases y del Estado, pero en una fase posterior del capitalismo, la cuestión social surgió de la colonización de la vida y la explotación del territorio. Entiéndase territorio no el paisaje o el “medio ambiente”, sino la unidad entre espacio e historia, lugar y habitante, geografía y cultura. La crítica social pasó a ser crítica de la sociedad de masas y de la idea de progreso. Lejos de rechazar la crítica anterior, correspondiente a un tipo de capitalismo periclitado, la ampliaba y prolongaba, englobando hechos nuevos como el consumismo, la polución, la autonomía de la tecnociencia y el totalitarismo de apariencia democrática. La crítica antidesarrollista no niega pues la lucha de clases, sino que la conserva y la supera; es más, la lucha de clases no puede existir en estos tiempos que corren sino como antidesarrollismo. En lo sucesivo, quien hable de lucha de clases sin referirse expresamente a la vida cotidiana y al territorio, tiene en la boca un cadáver.

Podemos seguir el decurso de la aparición histórica entre los años treinta y noventa del pasado siglo de los primeros elementos de antidesarrollismo, comenzando por la crítica de la burocracia. La burocracia es el resultado de la complejidad del proceso productivo, de la necesidad de control de la población y de la hipertrofia del Estado, del cual las organizaciones “obreras” son un apéndice. A un determinado nivel de desarrollo, aquél en el que se separan propiedad y gestión, donde los que ejecutan órdenes quedan totalmente subordinados a los que coordinan y deciden, los estratos superiores de la burocracia que operan en las distintas esferas de la vida social –la cultura, la política, la administración, la economía— son realmente la clase dominante. La sociedad capitalista burocratizada queda dividida entre gestores y ejecutantes, o mejor, entre dirigentes y dirigidos. Dicha división nos retrotrae a otra anterior, la existente entre el trabajo manual y trabajo intelectual, que es la base del desarrollo burocrático. El trabajo manual pierde su creatividad y su autonomía por culpa del sistema industrial, que, al facilitar la estandarización, parcelación y especialización, lo reduce a pura actividad mecánica controlada por una jerarquía burocrática. El beneficiario de la mecanización no es simplemente el capitalista; es la propia máquina por la organización del trabajo y de la vida social que implica. Quien sale perjudicado en primer lugar es el trabajador, pero es toda la población la que quedará sometida a las exigencias de la máquina. La fábrica, la máquina y la burocracia son los verdaderos pilares de la opresión capitalista. La crítica de la burocracia completa la crítica del Estado y del trabajo asalariado, y da lugar a la crítica de la tecnología.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Aullidos a favor del situacionismo - Maurizio Lazzarato (1995)

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Pensador italiano radicado en París, Maurizio Lazzarato es conocido sobre todo por sus investigaciones sobre el capitalismo cognitivo, el trabajo inmaterial y la aparición de los llamados movimientos ‘post-socialistas’. Fue colaborador de la revista Futur antérieur y es uno de los fundadores de Multitudes, a cuyo consejo de redacción pertenece. [Traducción de Diego Luis Sanromán].




1.
El situacionismo ha triunfado en el marco de un mundo que ha sido esencialmente transformado. Dicho triunfo se vuelve contra el situacionismo, que no esperaba más que el derrocamiento del orden social dominante. Pero, al mismo tiempo, el retraso producido en la acción de las masas que trabajan en tal derrocamiento, conservando y agravando, junto a las demás contradicciones del capitalismo evolucionado, las mismas impotencias de la creación cultural, mantiene la actualidad del situacionismo y favorece múltiples repeticiones degradadas.

El mundo posmoderno se ha puesto a la par del adelanto formal con el que contaba el situacionismo.


2.
El situacionismo es el “redescubrimiento y la perfección” de la crítica de la economía política marxiana aplicada a las condiciones modernas de explotación capitalista.


3.
La brillante aplicación del concepto marxiano de fetichismo de la mercancía a las temáticas de la producción cultural, del juego, del urbanismo, de la vida cotidiana o incluso de la comunicación y de los mass-media, renueva la teoría de Marx y, al mismo tiempo, vuelve definitivamente irrisorios los dogmas esclerotizados del “marxismo” (tanto de sus pensadores como de sus partidos).

A todos los jóvenes inclinados por naturaleza a la superación y al juego, al rechazo del trabajo y del poder, no les deseamos más que una cosa: que irradien por siempre jamás inteligencia y gracia o, lo que viene a ser lo mismo, que lean los números de junio y diciembre de 1958 de la Internacional Situacionista. Todavía hoy podrán reírse de la interpretación economicista y “científica” de la lucha de clases y sus ojos brillarán al contacto de la ironía, de los hermosos sarcasmos, de la resplandeciente rebelión maridada con el rigor y la inteligencia de un pensamiento vivo y libre.

4.
El situacionismo es asimismo el heredero de la carencia del proyecto del joven Marx, que consistió en una comprensión de la praxis dominada por la categoría hegeliana de lo negativo, o dicho de otro modo, del proletariado dentro de las categorías marxianas de la dialéctica. La recuperación, la falsificación actual del situacionismo son producto de dicha carencia, pues allá donde se perdió el proletariado, el concepto de Espectáculo fue inmediatamente tomado e invertido por los ideólogos del poder.

La carencia del situacionismo se refleja de forma bien evidente en los límites de las luchas revolucionarias del proletariado de su época.


5.
La crítica radical de lo “existente” condujo a los situacionistas a la conclusión de la práctica y de la teoría del movimiento revolucionario inaugurado por Marx y a la necesidad de su superación.

Dicha superación, cuyas condiciones estaban todas contenidas en el 68, no ha sido realizada, ni práctica ni teóricamente, en ninguna parte.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Pensamientos intempestivos al acabar de sonar el tambor - Miguel Amorós (2011)



 

Cuando los excesos de la dominación generan protestas cuya realidad queda certificada por los medios se produce una ilusión de conciencia, un despertar aparente que parece anunciar la reaparición de la cuestión social y el retorno del sujeto destinado a protagonizar un nuevo cambio histórico. Sin embargo, al comprobar el carácter trivial y frívolo de las reivindicaciones centrales y al oír las repeticiones chabacanas de las ideologías progresistas, se nos disipan las dudas respecto a lo que realmente ha vuelto a través de la protesta consentida, que no es otra cosa que el cadáver del sujeto. La cuestión social continúa sin plantearse en profundidad, mientras que todos los muertos guardados en los armarios de las ideologías salen de paseo. A pesar del contenido de verdad que tenga, una protesta que flote en aguas estancadas junto a los restos podridos de otras seudoalgaradas anteriores no es el lugar más propicio para la reformulación de un proyecto de cambio real. Aunque se dote de mecanismos horizontales de toma de decisiones, aunque se constituya en asamblea, quienes toman la palabra en ella son en su mayoría impostores o aprendices de impostores. La razón se siente impotente ante la avalancha de lugares comunes extraídos del vertedero de la Historia, constatándose que la dominación capitalista –el sistema—no ha retrocedido un ápice, y que más bien, manipulando a sus víctimas, ha creado una falsa oposición civil con la que disipar los fuegos de la rebelión. No podía ser de otro modo. La clase obrera fue derrotada irremisiblemente hace treinta años y en su lugar no quedaron más que despojos que el sindicalismo minoritario no consigue ni conseguirá jamás revivir, coexistiendo con un gueto juvenil de militantes y refractarios, reducido y parcialmente empantanado. Nada con lo que reemprender lo que Hegel llamaba “el rudo trabajo de la inteligencia” con la que ilustrar a las nuevas generaciones, que, cuando hayan de echar mano al concepto, se darán de bruces con el tópico.

En todas las nuevas protestas espectaculares dos rasgos comunes están siempre presentes: primero, una gran cantidad de amigos sospechosos, que desde los medios oficiales ponderan, reargumentan y justifican la protesta propiamente descafeinada, de la que podan con firmeza sus brotes radicales. Segundo, una voluntad obsesiva de no buscarse enemigos, ni en las fuerzas del orden, ni en los partidos, ni en el Estado, ni en la mismísima economía, puesto que todas las propuestas de máximos o de mínimos, por extrañas que suenen, caben dentro del sistema (otra cosa es que el sistema decida incorporarlas). De ahí el pacifismo enfermizo, su reverso lúdico-festivo, la ambigüedad ante las elecciones y la preferencia por medidas que impliquen más poder estatal o mayor desarrollo económico (más capitalismo), rasgos que determinan una ideología específica, el ciudadanismo, reflejo exacto de una manera de pensar en vacío que arraiga sin problemas en el terreno abonado de la contestación baladí. Al menos una cosa ha de quedar clara: la protesta ciudadanista no cuestiona el sistema, no persigue subvertir el orden establecido, ni quiere poner otro en su lugar. Lo que quiere es participar, así que no postula un modo de vivir (y de producir) radicalmente opuesto al modo vigente. Su programa, en caso de confeccionarse, no iría más allá de reformas destinadas a abrir vías a la colaboración institucionalizada y a repartir las consecuencias de la crisis económica con la clase dominante de forma más equilibrada. Es una simple llamada de civismo a la dominación. Nada de cambiar la condición de asalariado, votante, automovilista e hipotecado, sino preservarla –si eso es posible- con empleo estable, reformas electorales y salario suficiente. La condición proletaria subsiste, pero disimulada bajo una supuesta condición ciudadana. El combate por su abolición ya no es una disputa encarnizada entre clases por el control y gestión del espacio social como sucedía en tiempos pasados, sino el ejercicio tranquilo de un derecho político en el marco de un Estado asequible y neutral.

La conquista del espacio en el tiempo del poder - Eduardo Rothe (1969)

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Artículo publicado en el número 12 de la revista interanationale situationniste. Traducción de Diego Luis Sanromán.

1
La ciencia  al servicio del capital, de la mercancía y del espectáculo no es otra cosa que el conocimiento capitalizado, fetichismo de la idea y del método, imagen alienada del pensamiento humano.

2
Hace tiempo que el poder del conocimiento se ha transformado en conocimiento del poder. La ciencia contemporánea, heredera experimental de la religión de la Edad Media, cumple –en relación con la sociedad de clases- las mismas funciones: compensa con su eterna inteligencia de especialista la estupidez cotidiana de los hombres. Canta en cifras la grandeza del género humano, cuando no es otra cosa que la suma organizada de sus limitaciones y de sus alienaciones. 

LEER TEXTO COMPLETO

jueves, 13 de diciembre de 2012

El decrecimiento revisitado - Miguel Amorós (2012)



Aunque por tu modestia no lo creas,
las flores en tu sien parecen feas.”
Ramón de Campoamor

La constatación de la crisis presente como resultado de la etapa final del sistema capitalista, la globalización, ha originado una reacción contra las grandes corporaciones y las altas finanzas que se está materializando en dos clases de respuesta, una política y otra económica. La primera trata de sustraer al Estado de las influencias del mercado mundial, por una serie de medidas que le devuelvan su autonomía y le faciliten el control de los movimientos financieros. Al mismo tiempo, mediante una reforma del parlamentarismo, trata de fortalecer el sistema de partidos. Esto se resume en el “ciudadanismo.” La segunda, intenta fundar un sistema alternativo cohabitando con el capitalismo, basado en la expansión de lo que los americanos llaman “tercer sector” y los europeos, “economía social.” La vuelta pues al Estado-nación revitalizado y la promoción de una economía informal y solidaria sumergida en la sociedad mercantilizada. 

La crítica del actual momento capitalista ha dado lugar a diferentes teorías, una de las cuales es la del “decrecimiento.” En conjunto ya forman una subcultura, puesto que el avance de la crisis ha conformado un amplio gueto. Todas ellas recogen fragmentos críticos anteriores que flotan dispersos a falta de que un movimiento generalizado de protesta social los unifique, y que alimentan de forma diversa y contradictoria el “imaginario” de los contestatarios. En general, parten de los límites del proceso de acumulación ampliada (el “crecimiento”) y de su repercusión en el entorno, ya señalados en los años sesenta del siglo pasado por economistas críticos y por los primeros ecologistas. Después, van incorporando elementos basados en el funcionamiento económico de las sociedades indígenas redescubiertas por la antropología en la década anterior, o en la autoorganización de las barriadas periféricas de las metrópolis africanas, o en la crítica de las nuevas tecnologías, o en algunos postulados libertarios, etc. De todas las teorías, la del decrecimiento sería la que más asume las conclusiones que se imponen, es decir, la que no retrocede ante el cuestionamiento del “desarrollo” y del “progreso” persiguiendo “otro” desarrollo y “otro” progreso, bien se llame social, local o sostenible. Al contrario de lo que su denominación parece indicar, una sociedad del decrecimiento no significa para la mayoría de los autores una sociedad en recesión o con crecimiento negativo, sino una que no necesita crecer o desarrollarse para funcionar, una sociedad en la que el crecimiento o desarrollo no sea condición necesaria de existencia, una sociedad de “objetores del crecimiento”. En resumidas cuentas, una sociedad no capitalista.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

A los libertarios - Guy Debord (1980)

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[Traducción aparecida en Comunicados de la prisión de Segovia y otros llamamientos a la guerra social, junto a textos de grupos autónomos españoles, Bilbo, Muturreko Burutazioak/El Lokal, marzo de 2000].

Compañeros,
Estamos asistiendo al rearme espectacular del Estado, nuestro gran enemigo, cosa que hacen todas las clases dirigentes del mundo cuando quieren dar a la descomposición de sus fundamentos una apariencia de solidez. Sus excesos han paseado la verdad por todos los rincones del país: hoy en día no hay nadie tan ingenuo o tan desvergonzado que se atreva a negar que nos encontramos bajo un despotismo tan duro, envilecedor y difícil de soportar como el que hubo en tiempos de Franco, y a medida que pasa el tiempo, será peor. Nosotros estamos ahora dispersos, cuando no desmoralizados. Hemos entablado una batalla que no supimos librar como debimos. Hemos tenido bajas, tenemos presos. La lucha por su liberación puede ser un punto de partida para un nuevo movimiento revolucionario más efectivo y coherente; el silencio y la inacción nos llenarán de oprobio, la Historia jamás nos perdonará.

Estímados Compañeros

Lamentamos tener que llamar vuestra atención sobre una cuestión grave y urgente que, normalmente, tendríais que conocer bastante mejor que nosotros, que estamos lejos y somos extranjeros. Pero nos vemos obligados a constatar que diversas circunstancias os han colocado hasta hoy en la imposibilidad de conocer los hechos o su significado. Creemos pues, deber de exponemos claramente los hechos siguientes, así como las circunstancias que han dificultado vuestra información.
Más de cincuenta libertarios en estos momentos, se hallan detenidos en las prisiones españolas, y mucho de ellos ya llevan varios años sin ser juzgados. El mundo entero, que cada día oye hablar de las luchas de los vascos, ignora completamente este aspecto de la realidad española actual. En España misma, la existencia y los nombres de estos compañeros son citados a veces ante un sector restringido de la opinión, pero se guarda generalmente silencio sobre lo que han hecho y sobre sus motivos; y nada concreto se emprende para lograr su liberación.
Cuando nos dirigimos a vosotros, no tenemos la intención de conceder a la C.N.T, tal como ha sido reconstituida, un papel de referencia central y de representación de los libertarios: todos los que lo son no forman parte de ella y todos los que forman parte no lo son.
La hora del sindicalismo revolucionario pasó desde hace tiempo, porque, bajo el capitalismo modernizado, todo sindicalismo tiene reconocido su sitio, grande o pequeño, en el espectáculo de la discusión democrática sobre los acicalamientos del estatuto del trabajo asalariado, es decir, en tanto que interlocutor y cómplice de la dictadura del trabajo asalariado: democracia y trabajo asalariado son incompatibles, y esta incompatibilidad, que ha existido siempre esencialmente, se manifiesta en nuestros días visiblemente, en toda la superficie de la sociedad mundial. A partir del momento en que el sindicalismo y la organización del trabajo alienado se reconocen recíprocamente, como poderes que establecen entre sí relaciones diplomáticas, toda clase de sindicato para poder llevar su actividad reformista, desarrolla dentro de sí un nuevo tipo de división de trabajo, más y más ridículo a medida que pasa el tiempo. Aunque un sindicato se declare ideológicamente hostil a todos los partidos políticos, no logrará, de ninguna manera, impedir su caída en manos de su propia burocracia de especialistas de la dirección igual que un partido político cualquiera. Cada instante de su práctica real lo demuestra. El asunto aquí evocado lo ilustra perfectamente puesto que, si en España los libertarios organizados hubieran dicho lo que tenían que decir, no hubiéramos nosotros tenido que decirlo ahora en su lugar.
De la cincuentena de presos libertarios, en su mayoría presos en la cárcel de Segovia, aunque también en otras cárceles (la "Modelo" de Barcelona, las de "Carabanchel" y "Yeserías" de Madrid, la de Burgos, la de Herrera de la Mancha, la de Soria ... ), muchos son inocentes, víctimas de las clásicas provocaciones policiales. De éstos se habla un poco, y hay quien está dispuesta defenderles, pero más bien pasivamente. Pero en cambio, la mayoría de los presos, han dinamitado efectivamente vías férreas, tribunales, edificios públicos. Han recurrido a expropiaciones a mano armada contra diversas empresas y buen número de bancos. Se trata en particular de un grupo de obreros de SEAT de Barcelona (que en un tiempo se denominaron "Ejército Revolucionario de Ayuda a los Trabajadores"), que quisieron de este modo aportar ayuda pecuniaria a los huelguistas de su fábrica, así como a los parados; y de los "grupos autónomos " de Barcelona, Madrid y Valencia, que han actuado por el estilo, mayor tiempo, con la intención de propagar la revolución por todo el país. Estos compañeros son igualmente los que se sitúan en las posiciones teóricas más avanzadas. Y mientras el fiscal pide penas individuales de entre treinta y cuarenta años de condena para algunos de ellos, ¡precisamente sobre éstos se cierne el silencio más absoluto y el olvido voluntario de tanta gente!