HOFFMAN: Me llamo Abbie. Soy un huérfano de América.
WEINGLASS:
¿Dónde reside?
HOFFMAN:
Vivo en la Nación de Woodstock.
WEINGLASS:
¿Puede decirle al Tribunal y al jurado dónde se encuentra eso?
HOFFMAN:
Sí. Es una nación de jóvenes alienados. La llevamos con nosotros del mismo modo
que los indios Sioux llevan con ellos su nación. Es una nación dedicada a la
cooperación frente a la competencia, a la idea de que la gente debería contar
con mejores medios de intercambio que la propiedad o el dinero, de que deberían
existir otras bases para la interacción humana. Es una nación dedicada a…
TRIBUNAL:
Discúlpeme, señor. Léale la pregunta al testigo, por favor.
TAQUÍGRAFO:
“¿Puede decirle al Tribunal y al jurado dónde se encuentra eso?”
HOFFMAN:
Está en mi mente y en las mentes de mis hermanos y hermanas. No consiste en
propiedades ni en nada material, sino más bien en ideas y en ciertos valores;
dichos valores son la cooperación frente a la competencia, y…
SCHULTZ:
Eso no nos dice dónde está la Nación de Woodstock, sea ésta lo que sea.
WEINGLASS:
Señoría, el testigo la ha identificado como un estado mental y pienso que tiene
derecho a definir dicho estado mental.
HOFFMAN:
Va a ser un interrogatorio apasionante.
TRIBUNAL:
No, queremos su lugar de residencia, si es que lo tiene, su lugar de trabajo,
si es que tiene alguna dedicación, o ambos, si es que quiere decir ambos.
Bastará con una dirección. Pero nada sobre filosofía o sobre la India, señor.
Solo dónde vive, si es que tiene un lugar en el que vivir. Ahora bien, ha dicho
usted Woodstock. ¿En qué estado se encuentra Woodstock?
HOFFMAN:
Es un estado mental, se encuentra en mi mente y en la de mis hermanos y
hermanas. Es una conspiración.
[…]
WEINGLASS:
¿Puede decirle al Tribunal y al jurado su edad actual?
HOFFMAN:
33 años. Soy un hijo de los 60.
WEINGLASS:
¿Cuándo nació?
HOFFMAN:
Psicológicamente, en 1960.
[…]
WEINGLASS:
¿Puede decirle al Tribunal y al jurado cuál es su actual ocupación?
HOFFMAN:
Soy un revolucionario cultural. Bueno, la verdad es que soy acusado… a tiempo
completo.
[Declaración
de Abbie Hoffman ante el tribunal encargado de juzgar la ‘conspiración de
Chicago’, 15 de octubre de 1969. Voices of the Chicago Eight. A
generation on Trial –
Tom Hayden et alii]
* * *
Fred Weintraub, el ejecutivo de la Warner Brothers responsable de la película de Woodstock, me dijo que el estudio había tomado conscientemente la decisión de “purgar” en la versión final todo lo que oliese a política. En la pantalla no podían verse las enfermerías o aparecer los radicales.
[…]
Fred no era tonto. Había luchado en las montañas con Castro, e incluso pasado
algún tiempo en las cárceles de Batista. Ahora trabajaba para la Warner
Brothers. Así que, mientras mi libro [Woodstock
Nation] retrataba Woodstock como un grito de batalla para legalizar la
hierba, detener la guerra y enfrentarse a una cultura decadente, la película se
dedicaba a ensalzar el poder de la música rock y la corrección del capitalismo.
Solo ex-radicales como Fred Weintraub, Jann Wenner, que había echado los
dientes en Ramparts, y Bill Graham,
que empezó trabajando en la San Francisco Mime Troupe, eran lo bastante listos
para darse cuenta, tan temprano, de que la música rock podía desempeñar un
papel político importante. Eran dignos adversarios en la lucha por los corazones
y las mentes de los jóvenes, y triunfaron con facilidad en la guerra
iconográfica de Woodstock.
Por
supuesto que el rock como revolución era una de las mayores ficciones de la
época. Su elevada energía te hacía sudar, te ponía todo cachondo y cabreado. Te
hacía sentir parte de algo muy grande. Pero no era una revolución. Las
revoluciones no se diseñan en los estudios de la industria de la comunicación.
Esto es lo que se llama un buen negocio, y el contenido de la revolución nunca puede ser un buen negocio, aunque
sí puede serlo su forma. Mick Jagger puede cantar todo lo que quiera sobre la
lucha en las calles; tiene talento y está dotado para el escándalo. Pero
probablemente inspiró a más jóvenes a que se hicieran millonarios que a
derribar el sistema. Solo haciendo un montón de pasta podían siquiera soñar con
alcanzar el estilo de vida de los Stones. El amor al chocolate te convierte en
fuera de la ley; el amor al rock solo te convierte en un buen consumidor. Solo
era “revolucionario” porque nosotros decíamos que lo era.
[Soon to be a Major Motion Picture –
Abbie Hoffman]
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