Se ciernen sombras sobre nuestro deambular diario que parecen sacadas de
la mente torturada de Hamlet. Definitivamente, no vivimos un buen
momento. «En cierto sentido, estamos acabando con nosotros mismos», dice
Carlos Taibo (Madrid, 1956), politólogo y ensayista de prestigio, autor
de obras como 'Movimientos antiglobalización (¿Qué son? ¿Qué quieren?
¿Qué hacen?')' y la más reciente 'Nada será como antes (Sobre el
movimiento 15-M)', ambas publicadas en Los libros de la Catarata. Taibo,
amante de Pessoa, de las caricias (del viento y de las manos cómplices)
y de los honrados combates intelectuales, habla con 'La Verdad' desde
Madrid, desde donde hoy viajará a Murcia para pronunciar la conferencia
'¿Qué supone el 15-M?' en un acto, organizado por la Confederación
General del Trabajo (CGT), que tendrá lugar, a las 19.30 horas, en el
salón de actos del edificio Moneo. El también autor, junto a José Luis
Sampedro, de 'Sobre política, mercado y convivencia', lamenta que
hayamos acabado «por generar sociedades que se han beneficiado de
maravillosos crecimientos económicos que han incorporado maravillosas
tecnologías; sociedades que empezamos a descubrir que han perdido buena
parte de sus cimientos naturales de tal manera que los problemas y la
infelicidad general se van extendiendo sin cesar».
Hay algo que a Taibo le preocupa especialmente: «Me inquieta enormemente que los recursos públicos se hayan destinado descaradamente a sanear empresas, fundamentalmente corporaciones financieras, que se han entregado a prácticas manifiestamente delictivas; mientras, en cambio, el ciudadano de a pie ve cómo esos recursos que él mismo ha generado escapan». Se escapan y generan cada vez más desasosiego. «El cortoplacismo dramático con el que actúan nuestros dirigentes políticos es otro gran problema. Miran, en el mejor de los casos, a las siguientes elecciones, y eso se traduce, por ejemplo, en una obsesión por tratar supuestamente la crisis financiera olvidándose de otras crisis, que están en la trastienda, vinculadas con la cuestión medioambiental, con las agresiones ecológicas y con el agotamiento de los recursos; todo ello dibuja un panorama muy delicado en el futuro inmediato».
-¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
-En parte porque la inmensa mayoría vivía razonablemente bien, en parte porque los medios de comunicación se han sumado al carro de las alabanzas de una situación económica que era pura ficción, de la mano de la especulación y de la burbuja inmobiliaria; y en parte porque quienes dirigen los procesos de fondo -esas grandes empresas ya citadas- han desplegado estrategias muy inteligentes orientadas a ocultar lo que estaban haciendo.
Hay algo que a Taibo le preocupa especialmente: «Me inquieta enormemente que los recursos públicos se hayan destinado descaradamente a sanear empresas, fundamentalmente corporaciones financieras, que se han entregado a prácticas manifiestamente delictivas; mientras, en cambio, el ciudadano de a pie ve cómo esos recursos que él mismo ha generado escapan». Se escapan y generan cada vez más desasosiego. «El cortoplacismo dramático con el que actúan nuestros dirigentes políticos es otro gran problema. Miran, en el mejor de los casos, a las siguientes elecciones, y eso se traduce, por ejemplo, en una obsesión por tratar supuestamente la crisis financiera olvidándose de otras crisis, que están en la trastienda, vinculadas con la cuestión medioambiental, con las agresiones ecológicas y con el agotamiento de los recursos; todo ello dibuja un panorama muy delicado en el futuro inmediato».
-¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
-En parte porque la inmensa mayoría vivía razonablemente bien, en parte porque los medios de comunicación se han sumado al carro de las alabanzas de una situación económica que era pura ficción, de la mano de la especulación y de la burbuja inmobiliaria; y en parte porque quienes dirigen los procesos de fondo -esas grandes empresas ya citadas- han desplegado estrategias muy inteligentes orientadas a ocultar lo que estaban haciendo.
Carlos Taibo cree que, finalmente, «una parte de la ciudadanía ha
terminado por percatarse de lo que está ocurriendo, aunque sospecho que
no es claramente consciente de que hay que arbitrar medidas mucho más
radicales y muy diferentes de las que están proponiendo nuestros
gobernantes y que, al fin y al cabo, son más de lo mismo». «Vivimos
-añade- un momento singularísimo, porque el escenario propio del
capitalismo ha cambiado a marchas forzadas».
-¿En qué sentido?
-Yo he dicho muchas veces que el capitalismo es el sistema que
históricamente demostró una formidable capacidad de adaptación a los
retos más dispares. La gran pregunta hoy es la relativa a si no está
perdiendo dramáticamente los mecanismos de freno que en el pasado le
permitieron salvar la cara. Parece que, llevado de un impulso al parecer
incontenible encaminado a acumular espectaculares beneficios en un
periodo de tiempo muy breve, se está cavando su propia tumba, con el
agregado claro de que nosotros podemos estar dentro de esa tumba de tal
manera que se desmorone sobre nosotros. Tal vez nos estamos adentrando
en una recesión prolongadísima que, a mi entender, es mucho más grave
que la de 1929, y lo es porque el problema de los índices
medioambientales y de recursos no estaba presente entonces y hoy
configura un escenario acuciante.
Instituciones financieras
-¿Qué es urgente?
-Urgente es, por ejemplo, modificar en el corto plazo las políticas
oficiales de apoyo a las instituciones financieras. Y no parece que
exista entre nosotros ningún gobierno que sea capaz de hacer lo que han
hecho los gobernantes islandeses. Y sería muy necesario colocar la
cuestión ecológica en un plano fundamental, y llegar probablemente a la
conclusión de que no somos más felices cuanto más consumamos, aunque el
consumo sea el carro que intenta mover la economía mercantil que
padecemos.
-¿Qué podría suceder?
-El panorama es desolador y hace que mucha gente empiece a mirar hacia
otros escenarios, que pasan por populismos social-fascistas, por un
lado, y por la organización desde la base de la sociedad, por el otro.
Vamos a enfrentarnos, dentro de unas semanas, a una campaña electoral en
la que contienden dos grandes partidos, aparentemente enfrentados pero
subterráneamente de acuerdo en todo lo principal; dos partidos que son
literalmente incapaces de romper con ese esquema que dictan las grandes
corporaciones económico-financieras.
-¿Algo le resulta esperanzador?
-Ver cómo en la cabeza de la gente empiezan a modificarse las cosas y
hay personas que deciden cambiar las reglas del juego. Me parece que es
muy interesante comprobar cómo muchos jóvenes han recuperado el pulso de
la contestación. Son datos halagüeños que indican que no todo está
muerto en una sociedad como la nuestra. Asistimos a la irrupción de una
ola de protestas, no sólo aquí sino en muchos lugares, con una voluntad
expresa de ir por fin al fondo de las cuestiones importantes. Creo que
muchos de esos jóvenes que están en las calles han superado su discurso
inicial, que lo que contestaba era la epidermis que suponían, por
ejemplo, la corrupción o la precariedad, para apuntar a los problemas
centrales vinculados con la lógica del capitalismo. Y me parece que ese
tránsito de lo uno a lo otro ha sido sorprendente y, afortunadamente muy
rápido. Era inevitable que este cambio se produjese antes o después;
alguien dirá que ha llegado demasiado tarde, puede ser, pero en fin,
mejor que haya llegado en algún momento y no seguir con la inercia del
vacío a la que hemos asistido durante mucho tiempo.
Carlos Taibo, tremendamente crítico con las dos legislaturas del PSOE al
frente del país, y en absoluto esperanzado con la cantada llegada de
Mariano Rajoy a La Moncloa, indica que, con respecto a las próximas
elecciones generales del 20-N, «el único dato relevante al que tendremos
que prestar atención es el nivel de abstención, que intuyo que va a ser
alto».
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