Pensador italiano radicado en París, Maurizio
Lazzarato es conocido sobre todo por sus investigaciones sobre el
capitalismo cognitivo, el trabajo inmaterial y la aparición de los
llamados movimientos ‘post-socialistas’. Fue colaborador de la revista Futur antérieur y es uno de los fundadores de Multitudes, a cuyo consejo de redacción pertenece. [Traducción de Diego Luis Sanromán].
1.
El
situacionismo ha triunfado en el marco de un mundo que ha sido
esencialmente transformado. Dicho triunfo se vuelve contra el
situacionismo, que no esperaba más que el derrocamiento del orden social
dominante. Pero, al mismo tiempo, el retraso producido en la acción de
las masas que trabajan en tal derrocamiento, conservando y agravando,
junto a las demás contradicciones del capitalismo evolucionado, las
mismas impotencias de la creación cultural, mantiene la actualidad del
situacionismo y favorece múltiples repeticiones degradadas.
El mundo posmoderno se ha puesto a la par del adelanto formal con el que contaba el situacionismo.
El mundo posmoderno se ha puesto a la par del adelanto formal con el que contaba el situacionismo.
2.
El
situacionismo es el “redescubrimiento y la perfección” de la crítica de
la economía política marxiana aplicada a las condiciones modernas de
explotación capitalista.
3.
La
brillante aplicación del concepto marxiano de fetichismo de la
mercancía a las temáticas de la producción cultural, del juego, del
urbanismo, de la vida cotidiana o incluso de la comunicación y de los
mass-media, renueva la teoría de Marx y, al mismo tiempo, vuelve
definitivamente irrisorios los dogmas esclerotizados del “marxismo”
(tanto de sus pensadores como de sus partidos).
A todos los jóvenes inclinados por naturaleza a la superación y al juego, al rechazo del trabajo y del poder, no les deseamos más que una cosa: que irradien por siempre jamás inteligencia y gracia o, lo que viene a ser lo mismo, que lean los números de junio y diciembre de 1958 de la Internacional Situacionista. Todavía hoy podrán reírse de la interpretación economicista y “científica” de la lucha de clases y sus ojos brillarán al contacto de la ironía, de los hermosos sarcasmos, de la resplandeciente rebelión maridada con el rigor y la inteligencia de un pensamiento vivo y libre.
A todos los jóvenes inclinados por naturaleza a la superación y al juego, al rechazo del trabajo y del poder, no les deseamos más que una cosa: que irradien por siempre jamás inteligencia y gracia o, lo que viene a ser lo mismo, que lean los números de junio y diciembre de 1958 de la Internacional Situacionista. Todavía hoy podrán reírse de la interpretación economicista y “científica” de la lucha de clases y sus ojos brillarán al contacto de la ironía, de los hermosos sarcasmos, de la resplandeciente rebelión maridada con el rigor y la inteligencia de un pensamiento vivo y libre.
4.
El
situacionismo es asimismo el heredero de la carencia del proyecto del
joven Marx, que consistió en una comprensión de la praxis dominada por
la categoría hegeliana de lo negativo, o dicho de otro modo, del
proletariado dentro de las categorías marxianas de la dialéctica. La
recuperación, la falsificación actual del situacionismo son producto de
dicha carencia, pues allá donde se perdió el proletariado, el concepto
de Espectáculo fue inmediatamente tomado e invertido por los ideólogos
del poder.
La carencia del situacionismo se refleja de forma bien evidente en los límites de las luchas revolucionarias del proletariado de su época.
La carencia del situacionismo se refleja de forma bien evidente en los límites de las luchas revolucionarias del proletariado de su época.
5.
La
crítica radical de lo “existente” condujo a los situacionistas a la
conclusión de la práctica y de la teoría del movimiento revolucionario
inaugurado por Marx y a la necesidad de su superación.
Dicha superación, cuyas condiciones estaban todas contenidas en el 68, no ha sido realizada, ni práctica ni teóricamente, en ninguna parte.
Dicha superación, cuyas condiciones estaban todas contenidas en el 68, no ha sido realizada, ni práctica ni teóricamente, en ninguna parte.
6.
Puesto
que el sistema de la dominación no ha sido subvertido en ningún lugar y
amenaza con durar más tiempo de lo previsto, la categoría de
espectáculo interpela todavía al devenir de cualquier pensamiento
radical. Por otro lado, es el rasero que nos servirá para distinguir en
todo momento un pensamiento semejante de un fárrago neomarxista o del
delirio de un alucinado posmoderno. Siquiera fuese por haber contribuido
a semejante labor de salud mental, merecería ya nuestro pleno
reconocimiento.
7.
En el mundo realmente invertido, lo verdadero es un momento de lo falso.
Esta tergiversación [détournement] del texto hegeliano contiene la herencia de los situacionistas para las generaciones que vendrán.
Precisamente al franquear este punto límite, la teoría marxiana entra en crisis.
Si el Espectáculo es, sin duda, el mapa del nuevo mundo, mapa que recubre exactamente su territorio; si el Espectáculo reúne lo separado, pero lo reúne en tanto que separado, entonces cualquier búsqueda de una definición de lo “Negativo” con capacidad de abolir tal separación resulta ahora vana.
En el momento en el que el capitalismo subordina todo lo existente a su propia dominación ya nada distingue la imagen de la cosa, la copia del original, la representación de la realidad, lo verdadero de lo falso. Lo negativo no tiene ya ninguna “exterioridad” en la que fundamentarse.
El método dialéctico (el carácter inseparable de la teoría de Marx y del método hegeliano, a pesar de su transposición a una comprensión de la lucha, pero en modo alguno de la ley), no sólo ya no resulta suficiente, sino que, en las condiciones del capitalismo contemporáneo, se encierra en la descripción de los dispositivos de funcionamiento del poder sin amenazarlos.
Honra a los situacionistas haber llevado la dialéctica hasta su punto de desintegración, en el atolladero en que se encontraba, y más allá de Marx.
Esta tergiversación [détournement] del texto hegeliano contiene la herencia de los situacionistas para las generaciones que vendrán.
Precisamente al franquear este punto límite, la teoría marxiana entra en crisis.
Si el Espectáculo es, sin duda, el mapa del nuevo mundo, mapa que recubre exactamente su territorio; si el Espectáculo reúne lo separado, pero lo reúne en tanto que separado, entonces cualquier búsqueda de una definición de lo “Negativo” con capacidad de abolir tal separación resulta ahora vana.
En el momento en el que el capitalismo subordina todo lo existente a su propia dominación ya nada distingue la imagen de la cosa, la copia del original, la representación de la realidad, lo verdadero de lo falso. Lo negativo no tiene ya ninguna “exterioridad” en la que fundamentarse.
El método dialéctico (el carácter inseparable de la teoría de Marx y del método hegeliano, a pesar de su transposición a una comprensión de la lucha, pero en modo alguno de la ley), no sólo ya no resulta suficiente, sino que, en las condiciones del capitalismo contemporáneo, se encierra en la descripción de los dispositivos de funcionamiento del poder sin amenazarlos.
Honra a los situacionistas haber llevado la dialéctica hasta su punto de desintegración, en el atolladero en que se encontraba, y más allá de Marx.
8.
Antes
de mayo del 68, la teoría revolucionaria converge en su mayor parte en
el punto de no retorno de la crítica de la dialéctica.
“La diferencia entre esencia y fenómeno, sin la cual, según Marx, cualquier ciencia sería inútil, es, entendida históricamente, la diferencia que se refiere a una transformación posible”.
La diferencia revolucionaria entre esencia (valor) y fenómeno (valor de uso) permite aprehender la posibilidad de comprender la “naturalidad” del capitalismo como “apariencia”. Pero si la sociedad entera se reduce a una sola dimensión (valor), todas las diferencias de una lógica de la esencia se difuminan. ¿Rubricaría esta constatación la muerte de la teoría revolucionaria?
La caducidad de categorías tales como alienación y reificación encuentra su origen en una modificación esencial de la forma de la mercancía. Sus elementos constitutivos –el valor de uso y el valor de cambio, que se manifiesta usurpando la forma natural del primero- han entrado en una constelación cualitativamente diferente (según H. J. Khral y el movimiento revolucionario alemán): el Espectáculo (según el situacionismo).
Cuando toda la vida se subordina a la acumulación capitalista, la ley del valor pierde su pertinencia heurística, pues ya no puede definir ni determinar una “medida del tiempo” (según la Autonomía italiana).
Las teorías revolucionarias de los años 60 hicieron brillar el lúgubre reflejo del espejo del Espectáculo abismando [en mettant en abyme] su tautología. Aquí se encuentran, más allá de sus singularidades y de su valor, su grandeza común y sus límites.
“La diferencia entre esencia y fenómeno, sin la cual, según Marx, cualquier ciencia sería inútil, es, entendida históricamente, la diferencia que se refiere a una transformación posible”.
La diferencia revolucionaria entre esencia (valor) y fenómeno (valor de uso) permite aprehender la posibilidad de comprender la “naturalidad” del capitalismo como “apariencia”. Pero si la sociedad entera se reduce a una sola dimensión (valor), todas las diferencias de una lógica de la esencia se difuminan. ¿Rubricaría esta constatación la muerte de la teoría revolucionaria?
La caducidad de categorías tales como alienación y reificación encuentra su origen en una modificación esencial de la forma de la mercancía. Sus elementos constitutivos –el valor de uso y el valor de cambio, que se manifiesta usurpando la forma natural del primero- han entrado en una constelación cualitativamente diferente (según H. J. Khral y el movimiento revolucionario alemán): el Espectáculo (según el situacionismo).
Cuando toda la vida se subordina a la acumulación capitalista, la ley del valor pierde su pertinencia heurística, pues ya no puede definir ni determinar una “medida del tiempo” (según la Autonomía italiana).
Las teorías revolucionarias de los años 60 hicieron brillar el lúgubre reflejo del espejo del Espectáculo abismando [en mettant en abyme] su tautología. Aquí se encuentran, más allá de sus singularidades y de su valor, su grandeza común y sus límites.
9.
¿Cómo penetrar la gran metáfora del capital transformado en capitalismo mundial integrado?
¿Nos abren nuevas alternativas las teorías que ya no fundamentan en el método dialéctico la ruptura con el capitalismo? Quisiéramos creerlo. Y, por otro lado, ¿constituye la relación (o no-relación) entre “proceso de subjetivación” y “dispositivos de poder”, entre “aparatos de Estado” y “máquina de guerra” una auténtica superación de aquel atolladero teórico en el que se desintegró el situacionismo?
¿Nos abren nuevas alternativas las teorías que ya no fundamentan en el método dialéctico la ruptura con el capitalismo? Quisiéramos creerlo. Y, por otro lado, ¿constituye la relación (o no-relación) entre “proceso de subjetivación” y “dispositivos de poder”, entre “aparatos de Estado” y “máquina de guerra” una auténtica superación de aquel atolladero teórico en el que se desintegró el situacionismo?
10.
El
residuo posmoderno del no-pensamiento –que, en realidad, es la sumisión
en tal nivel conceptual que se ha convertido en nada- ha hecho suyo el
concepto de “Sociedad del Espectáculo” invirtiéndolo y separándolo de su
relación dialéctica con el concepto y la práctica de las “situaciones”.
El pensamiento posmoderno dispara contra todo lo vivo y mata todo lo
que piensa. El pensamiento posmoderno en general, como inversión
completa de la crítica, es el movimiento de lo no-vivo en la esfera de
las ideas.
11.
Situación
construida: “Momento de la vida concreta y deliberadamente construido
mediante la organización colectiva de un ambiente unitario y un juego de
acontecimientos”.
12.
La
construcción de situaciones, rico programa abandonado por los propios
situacionistas, nos introduce en el corazón de una crítica radical de lo
existente y que concierne, por sus desafíos, a toda nuestra actualidad.
“La
crisis actual de la vida cotidiana se inscribe en las nuevas formas de
la crisis del capitalismo, formas que pasan desapercibidas para aquellos
que se obstinan en pronosticar los clásicos plazos de las próximas
crisis cíclicas de la economía.
No es un
movimiento cultural de vanguardia, incluso con simpatías
revolucionarias, el que puede llevar a cabo algo así. Tampoco un partido
político revolucionario conforme al modelo tradicional, incluso si
concede una gran importancia a la crítica de la cultura. Esa cultura y
esa política están desgastadas; la mayoría de la gente se desinteresa
por ellas con motivo. La transformación revolucionaria de la vida
cotidiana, que no está reservada a un vago porvenir, sino emplazada
inmediatamente delante de nosotros por el desarrollo del capitalismo y
sus insoportables exigencias, y cuya única alternativa es el refuerzo de
la esclavitud moderna, dicha transformación –decimos- marcará el fin de
toda expresión artística unilateral y almacenada en forma de mercancía
y, al mismo tiempo, el fin de toda política especializada. Ésta va a ser
la tarea de una organización revolucionaria de un nuevo tipo desde su
misma constitución”.
¿Han encontrado tales palabras algún interlocutor desde que resonaron sobre la superficie de la tierra un verano de 1961?
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