Las elecciones del domingo 22 de mayo han supuesto un cambio notorio
de la situación política y que tendrá graves consecuencias en la
evolución de la lucha de clases. Pero además de reflexionar y valorar el
nuevo escenario es preciso abordar el fenómeno denominado 15M (DRY, Acampados, Todos a la calle, u cualquier otro avatar de un mismo ente).
El movimiento 15-M parte de dos cuestiones:
· Por un lado, la indignación de una generación muy
formada y que ve, al mismo tiempo, la clara posibilidad de que sus
condiciones de vida van a ser peores que las de la generación anterior.
· El rechazo a los partidos políticos del sistema extendiéndolo a las ideologías clásicas
En cuanto al primer punto, el movimiento ha identificado claramente a
los culpables de la situación económica, política, social y cultural.
En cuanto a lo segundo, la incapacidad mostrada, hasta ahora, por la
izquierda clásica anticapitalista para ser capaz de aglutinar a su
alrededor toda esa indignación con una refundación clara ha provocado,
en gran parte, ese rechazo.
Este movimiento se ha nutrido del acompañamiento de millones de
ciudadanos indignados por lo que está pasando. Corean eslóganes que la
izquierda de base ha ido acuñando en centenares de movilizaciones a lo
largo de varias décadas.
El movimiento 15-M dice estar contra el bajo perfil de la democracia
actual, contra la banca, el Fondo Monetario Internacional, los políticos
y además dice ser revolucionario. Sin embargo, el movimiento 15-M aún
no ha dado pruebas de que es revolucionario ya que, en ningún momento se
ha planteado la toma del poder del estado, para transformarlo
(comunistas, socialistas y republicanos) o para destruirlo(anarquistas),
ni siquiera un cambio de régimen o plantear la necesidad de una gran
alianza de las fuerzas de izquierda y los movimientos sociales.
Se está promocionando como un movimiento cívico ni de izquierdas, ni
de derechas. Desde aquí quisiera recordar que la Historia muestra muchos
movimientos de este tipo: por ejemplo, Falange Española se consideraba
así misma ni de izquierdas, ni de derechas y, sin embargo sirvió de
brazo ejecutor de la derecha más reaccionaria. Por lo que se debe de
tener mucho cuidado en esas apreciaciones. En una situación como la
actual, con una sociedad cada vez más dual, con una derecha que mantiene
un apoyo social de más de diez millones de votos, porque siempre ha
sido coherente con su ideología, y una pretendida izquierda que ha
abrazado las políticas de derechas, traicionando a sus propios muertos,
mantener que no se es ni de izquierdas, ni de derechas, significa dejar
las manos libres a aquellos que se pretende combatir. Es un auténtico
crimen.
Desde dentro del movimiento se está tratando de excluir cualquier
ligazón, no sólo con las luchas del pasado lejano, sino también con las
del pasado más reciente. Excluir del movimiento a la casta de políticos
profesionales que se han transformado en parte de la oligarquía, es
comprensible, pero excluir a los militantes honestos de esos partidos y a
activistas de numerosos movimientos sociales vinculados ideológicamente
a la izquierda, al movimiento libertario clásico y al movimiento
republicano, así como a asociaciones de larga tradición en las luchas
sociales, es incomprensible y muestra claramente lo que se pretende por
aquellos que están manipulando la indignación de los oprimidos.
No parece que en estos momentos tenga referentes históricos, ni
referentes ideológicos y sólo, aparentemente, un referente real: Egipto.
Había una sola bandera republicana, la de la republica egipcia -y no
querían ver otras-, y ya sabemos lo que ha ocurrido allí: las
oligarquías internacionales sacrifican a un peón (Mubarak) pero no
cambian el sistema realmente. Las estructura de dominio político, social
y económico siguen intactas, sólo han cambiado al guardián y todo el
mundo a su casa pensando que han hecho la revolución. Egipto no puede
ser referente si de lo que estamos hablando es de defender conquistas
sociales, económicas y políticas que están en peligro, recuperar las que
se han perdido estos años atrás y ganar nuevas conquistas. Y para
conseguirlo hay que combatir la estructura (las instituciones del
sistema, la banca, los partidos del sistema, etc.) y para poder
combatir las estructura con eficacia se necesita también combatir la
superestructura (sistema de valores, ideología, simbología, historia,
etc.).
Se corean eslóganes contra quienes están practicando una lucha de
clases despiadada contra los pueblos, pero no se habla para nada de
lucha de clases, ni quieren a nadie que hable de la lucha de clases. Hay
que recordar que ellos, esos a los que se pretende combatir, sí la
practican y cada vez que hablan de recortes sociales están hablando de
lucha de clases.
El eslogan “Democracia Real Ya” tiene reminiscencias extrañas que no
se refieren a nada que tenga que ver con la democracia. Hay que tener en
cuenta que la palabra “real” significa “tener existencia verdadera y
efectiva”, pero también significa “perteneciente o relativo al rey o a
la realeza”. Sería más lógico hablar de “Democracia Plena Ya” con su
significado de “completa” porque abarque todos los ámbitos de la vida.
La explicación es sencilla: es un término que forma parte del ideario de
la secta humanista. ¡Un movimiento apartidista que toma como nombre el
lema de un partido-secta!
El decálogo con el que actúa es muy parecido a los puntos básicos con
los que actúa el Partido Humanista, partido-secta que no admite otra
forma de actuar ni otra ideología que la suya.
Si un movimiento no tiene referentes históricos e ideológicos
democráticos (socialistas, comunistas, anarquistas y republicanos) es
fácilmente manipulable. Por eso, la consigna de que no haya banderas y
empezar a hablar de tener un color (el amarillo) como emblema recuerda a
otras “revoluciones” no violentas orquestadas por la CIA y que también
usaron colores llamativos, como el naranja.
La iniciativa viral del núcleo que ha desencadenado este torrente
social ha empleado con gran inteligencia los recursos de la propia red;
el gran descontento social y la ilusión de millones de personas ha hecho
el resto.
Este triunfo indudable del grupo sectario —o de sus inductores
internacionales— en causar este estallido ha sido posible sobre todo por
la incapacidad de la izquierda del estado español para unirse y trazar
un plan de resistencia organizada capaz de unir a todas las tendencias y
organizar al descontento. Es evidente ahora que existía base social
para la movilización de masas. Siempre ha estado ahí, pero las
organizaciones —las estructuras— de la izquierda no han sabido articular
la resistencia.
No es de extrañar que en ciertos entornos del poder, hayan actuado de
forma mucho más contundente y decidida. Esta iniciativa del 15 M, DRY o
como la llamamos, se ha desarrollado con un plan coordinado, unos
límites claros en el alcance y un control ideológico total. El
combustible ha sido la propia fuerza de la rebeldía y la vía la
ambigüedad del discurso detonante. Ahora nos encontramos con que nos
dicen que la izquierda que combate es igual que los «capitalistas», el
ejemplo militante no vale, el compromiso probado no sirve, las banderas
de la resistencia no valen. Uno de los miembros del núcleo central lo ha
expuesto: en España es necesario cambiar la conciencia, pero no el Régimen. Bien claro.
DRY, 15M, Acampados, diversos nombres de un mismo objeto, tiene en su
núcleo un «pensamiento» postmoderno y disolvente, postfascista,
sectario. Es un monstruoso engendro. Alguien se ha ganado el sueldo en
el departamento de ingeniería social de algún oscuro retrete del poder.
El amarillo o el naranja están unidos al deseo de aplastar toda la
tradición de rebeldía y resistencia que desde Espartaco hasta hoy ha
combatido contra la tiranía. La memoria histórica de la resistencia
acaba de recibir un tiro en la nuca y se le predica en las asambleas de
la secta que todos son iguales y que ningún referente histórico vale.
Nadie, ni Espartaco, Ni Rousseau, ni Kant, ni Proudhon, ni Bakunin, ni
Marx, ni Lenin, ni Rosa luxemburgo, ni Gramsci, ni Durruti, ni las 13
Rosas, ni las mujeres trabajadoras del XIX, los mártires de Chicago…
nadie vale. Sólo la nueva prédica. ¿Feminismo? Las pancartas feministas
fueron arrancadas en Sol por los acólitos de la secta…
El ente que ocupa Sol ha decretado la disolución de todos los
movimientos sociales, republicanos, memorialistas, feministas, laicos,
sindicatos y partidos. Ya no valen, nos dicen. Ahora todos los que
quieran participar en la lucha por una democracia real tenemos —según
ellos— que respetar las Reglas y Estatutos de este engendro, con su
discurso ambiguo, sus límites intocables, su apoliticismo y apartidismo,
su banderas y colores de diseño. Quienes en la Plataforma contra la
Impunidad del Franquismo hemos ocupado Sol durante 56 jueves seguidos,
semana a semana, con nuestras banderas y pancartas, ahora resulta que
tenemos que pedir permiso o ganarnos el derecho a enarbolar la bandera
tricolor en asambleas diseñadas y bajo el control último de una secta
postmoderna. Es ridículo. Absurdo.
Pensamos que las movilizaciones de masas son posibles y marcar un
camino pero para ser efectivas para el combate en él deben estar
incluidos todos los movimientos sociales que luchan contra las
injusticias del sistema, así como representadas todas las ideologías que
históricamente han intentado mejorar las condiciones de vida de los
pueblos. Las banderas comunistas, socialistas, anarquistas y
republicanas deben darse cita en ellas.
Si no se tiene en cuenta todo esto podemos estar, como hemos visto
estos días, ante movimientos manipulados por el propio sistema para
usarlo como cortafuegos ante un más que posible proceso de refundación
de la izquierda en clave republicana y anticapitalista dispuesto a
luchar contra la nueva oleada de recortes económicos, sociales y
políticos que nos amenaza. Desactivar a la izquierda y aislarla de su
base social y convertir el descontento social con el sistema en
algaradas festivas que no llevan a ninguna parte son los objetivos de
esta operación encubierta.
Urge tomar medidas.
Esto nos atañe a todos, a todas las corrientes de la izquierda que
combate, sea cual sea su tendencia o bandera. No vamos a consentirlo.
Los movimientos sociales y partidos de la izquierda que lucha debemos
valorar la situación y trazar una línea de acción y denuncia conjunta.
No debemos plegarnos a unas reglas de juego impuestas por quienes están
al servicio del poder.
Hemos de participar en todos los frentes de lucha que se abran y en
las movilizaciones, acampadas y asambleas indignadas y sin indignar que
se creen. Vamos a defender la revolución social, los derechos de los
trabajadores, la memoria histórica, la Tercera República, el laicismo…
las luchas y frentes abiertos, y no vamos a pedir permiso por ello. Hay
que hacer estallar las contradicciones. Cuando este carnaval acabe, el horror del capital seguirá ahí. No
va a ser derrotado sin lucha. Llamamos a la reflexión y a la unidad de
acción a todos los que de buena fe se han unido a las movilizaciones de
estos días. ¡indignaos!
Es preciso aislar a este engendro postomoderno y postfascista al
servicio del poder, que se ha instalado en el centro de la lucha y
vampiriza la justa indignación de los trabajadores y los jóvenes. Es
ilusorio pretender que de algo diseñado para destruirnos se pueda sacar
algo positivo. Pero la lucha sigue y no vamos a parar hasta el día que
en Sol ondee en el Edificio de Gobierno (la histórica Casa de Correos),
la bandera de la República del Pueblo.
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