La problemática en torno a la crítica radical del arte y su superación revolucionaria, tal y como fue planteada por Dadá, las vanguardias artísticas soviéticas y el primer surrealismo, se desvanece en el periodo comprendido entre 1925 y 1960, en estrecha conexión con el eclipse de la perspectiva de la revolución proletaria y la afirmación del fascismo, de la socialdemocracia y del esalinismo. La tesis de la independencia del arte, que hace pasar por libertad el aislamiento y la impotencia del artista, y la tesis del compromiso político, que a su vez hace pasar por revolución la subordinación a la burocracia, son sustancialmente solidarias a la hora de neutralizar la dimensión auténticamente subversiva que se halla implícita en la actividad artística, impidiéndole desbordarse en la vida cotidiana y, por otro lado, recuperándola para operaciones de propaganda. La conciencia del carácter esencialmente revolucionario del arte, de la poesía y de su profunda tendencia a la auto-superación sobrevive de manera desmedrada y confusa en el surrealismo, en el letrismo, en el grupo COBRA (1948-1951) o en el Movimiento por una Bauhaus Imaginista. Todas estas experiencias se hallan en el origen de la Internacional Situacionista, que nace precisamente en julio de 1957 en Cosio d'Arroscia (Cuneo) de la fusión del Movimiento por una Bauhaus Imaginista, del Comité Psicogeográfico de Londres y de la Internacional Letrista (que, nacida en 1952 de la ruptura del ala radical del Letrismo con el fundador de este, Isidore Isou, se expresaba a través de la revista Potlatch).
Confluyen así de esta manera en la Internacional Situacionista la búsqueda experimental de Constant, de Pinot-Gallizio y de Jorn -que tiende hacia formas de realización cada vez más distantes y ajenas a la actividad artística tradicional-, la indagación psicogeográfica de A. Khatib, anticipada por las observaciones de Gilles Ivain (seudónimo de Ivan Chtcheglov), que opone al funcionalismo arquitectónico y urbanístico las perspectivas emergentes de la experiencia vivida del espacio urbano, así como la consideración crítico-teórica de la vanguardia dadaísta, surrealista y letrista de Guy Debord y Michèle Berstein, que rechaza el proceder ecléctico y oportunista imperante entonces en los ambientes del arte moderno en nombre del frente revolucionario cultural. Toda esta serie de matrices diferentes buscan su punto de encuentro en la construcción de un movimiento coherente, en la conciencia de los nuevos tiempos y en la superación del arte.
[Páginas iniciales de Los Situacionistas. Historia crítica de la última vanguardia del siglo XX, Acuarela & A. Machado, 2008. Traducción de Álvaro García-Ormaechea]
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