OTROS POSIBLES
TÍTULOS:
Más allá de la
modernidad: el pensamiento inestable
Poner cosas a los
nombres: tras las huellas de lo incierto
Arriesgada
modernidad: sobre ficciones y sobornos
Juegos prohibidos y
modernidad laica: incierto objeto de deseo
Textos intempestivos:
la insoportable agonía de la razón moderna
0. Para reivindicar
un oficio y conseguir que lo ejerza he terminado cediendo: he aprendido a poner
los nombres correctos a las cosas, a aquellas a las que se
concede autonomía tal para existir por sí mismas. Como mis cosas lo son en la
medida que burlo los canales institucionales de nominación y distribución, y ya
que no puedo verificar la correspondencia más allá de mi propio interés, me es
imposible atribuir a las cosas que produzco nombres que circulen. Como es el
caso de este curso.
Tal vez, al
principio, en el origen (de las cosas, que a menudo confundimos con el origen
del discurso) se generen palabras menos equívocas. Y al principio, sin duda en mi
caso, sólo existe la confusión que se instala, bajo forma de interdicción, en
las encrucijadas, en los puntos de intersección de la red. Se me permita o no
seguir habré de saberme después un perdido que, como recurso último de
protección o defensa, recupera su afonía originaria. Por lo que, cansado de
asignar los mismos nombres a cosas diferentes, he invertido el proceso. Ahora
me preocupa mucho más resolver mi propio enigma: cómo poner cosas a los
nombres, sin que las cosas dejen de ser cosas.
Como los títulos son
sólo recursos de mercado, disculpas académico-intelectuales para que a uno le
den licencia para pensar, opto por cualquiera de los que figuran en cabecera.
No me hago, por tanto, responsable de la frustración que en ustedes genere, si
una vez dictados los textos de este curso no registran los efectos esperados.
Pero eso también forma parte de mi secreto, porque es parte de mi estrategia.
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