
“¿Qué tratamos de realizar? Cambiar la organización social sobre la que
reposa la prodigiosa estructura de la civilización, construida en el
curso de siglos de conflictos en el seno de sistemas avejentados o
moribundos, conflictos cuya salida fue la victoria de la civilización
moderna sobre las condiciones naturales de vida.”
William Morris, ¿Dónde estamos?
William Morris, ¿Dónde estamos?
Walter Benjamín, en su articulo Teorías del fascismo alemán, recuerda
la frase aparentemente extemporánea de León Daudet, “el automóvil es la
guerra”, para ilustrar el hecho de que los instrumentos técnicos, no
encontrando en la vida de las gentes un hueco que justifique su
necesidad, fuerzan esa justificación entrando a saco en ella. Si la
realidad social no está madura para los avances técnicos que llaman a la
puerta tanto peor para la realidad, porque será devastada por ellos. El
resultado es que la sociedad entera queda transformada por la técnica
como tras una güerra. Realmente, con sólo citar la gran cantidad de
desplazamientos de la población, la enormidad de datos almacenados y
procesados por la moderna tecnología de la información y el gran número
de bajas por accidentes, suicidios o patologías contemporáneas, parece
que una guerra, en absoluto fría, sucede a diario en los escenarios de
la economía, de la política, o de la vida cotidiana. Una guerra en la
que siempre se busca vencer gracias a la superioridad técnica en
automóviles, en ordenadores, en biotecnologías… Por la propia naturaleza
de la sociedad capitalista, los cada vez más poderosos medios técnicos
no contribuyen de ningún modo a la cohesión social y al desarrollo
personal, ya que la técnica sólo sirve para armar al bando ganador. Para
Benjamin pues, y para nosotros, “toda guerra venidera será a la vez una
rebelión de esclavos de la técnica”.
Los adelantos técnicos, son todo menos neutrales, en todo desarrollo
de las fuerzas productivas debido a la innovación técnica siempre hay
ganadores y perdedores. La técnica es instrumento y arma, por lo que
beneficia a quienes mejor saben servirse de ella y mejor la sirven. Un
espíritu critico heredero de Defoe y Swift, Samuel Butler, denunciaba el
hecho en una utopía satírica. “…en esto consiste la astucia de las
máquinas: sirven para poder dominar(…); hoy mismo las máquinas sólo
sirven a condición de que las sirvan, e imponiendo ellas sus
condiciones(…) ¿No queda manifiesto que las máquinas están ganando
terreno cuando consideramos el creciente número de los que están sujetos
a ellas como esclavos y de los que se dedican con toda el alma al
progreso del reino mecánico?” (Erewhon o allende las montanas). La
burguesia utilizó las máquinas y la organización “científica” del
trabajo contra el proletariado. Las contradicciones de un sistema basado
en la explotación del trabajo que, por un lado expulsaba a los
trabajadores del proceso productivo y, por el otro, alejaba de la
dirección de dicho proceso a los propietarios de los medios de
producción, se superaron con la transformación de las clases sobre las
que se asentaba, burgueses y proletarios. La técnica ha hecho posible un
marco histórico nuevo, nuevas condiciones sociales las de un
capitalismo sin capitalistas ni clase obrera que se presentan como
condiciones de una organización social técnicamente necesaria. Como dijo
Munford, “Nada de lo producido por la técuica es más definitivo que las
necesidades y los intereses mismos que ha creado la técnica” (Técnica y
civilización). La sociedad, una vez que ha aceptado la dinámica
tecnológica se encuentra atrapada por ella. La técnica se ha apoderado
del mundo y lo ha puesto a su servicio. En la técnica se revelan los
nuevos intereses dominantes.