José Luis
ha sido abogado ejerciente, miembro de la Asociación Libre de Abogados,
y en la actualidad es profesor. Militante de los movimientos sociales
desde su juventud, esta afiliado al anarcosindicato Solidaridad Obrera y participa en el Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión (ICEA).
Ha publicado los libros de
ensayo "Contratos temporales y precariedad" (Solidaridad Obrera, 2007),
"El bienestar malherido. Seguridad Social, desempleo y flexiguridad en
el siglo XXI" (Solidaridad Obrera, 2008) y "Entender la
descentralización productiva" (Solidaridad Obrera, 2010). Es colaborador del periódico Diagonal y de revistas como Trasversales, Nómadas y El Solidario, así como de diversas webs de contrainformación. Además ha publicado numerosos relatos y poemas
en el espacio web Poesiasalvaje.org y ha participado en los libros
colectivos "Certamen de Literatura Atea" (La Colmena, 2009) y "II
Certamen de Literatura Atea" (La Colmena, 2010). También ha publicado el libro de cuentos “El abogado del hombre más malo del mundo y otros relatos” (La Malatesta, 2011)
OACA:
¿Cómo consideras que desde el anarquismo, y particularmente desde
desde ICEA/Solidaridad Obrera, se pueden ofrecer respuestas a los
problemas de la sociedad actual?
José Luis: El
movimiento libertario tiene mucho que decir en la actualidad, dada la
gigantesca mutación civilizatoria que está en ciernes, provocada por las
múltiples crisis confluyentes frente a las que nos encontramos (la
económica, la energética, la ecológica, la del régimen político
actual,la de la hegemonía norteamericana y occidental, incluso la
cultural y educativa). Todo va a cambiar en las próximas décadas, y una
de las pocas maneras de no perderse en ese camino a lo desconocido que
vamos a afrontar, va a ser tener claros ciertos elementos esenciales que
el anarquismo ha defendido históricamente como la defensa de los
débiles, de la clase trabajadora, la necesidad de una democracia directa
y participativa y de una limitación clara del poder social o la
autogestión y la preeminencia de la cooperación y el apoyo mutuo sobre
la competencia descarnada.
El trabajo de análisis y divulgación que
llevamos a cabo en el ICEA, por ejemplo, es absolutamente imprescindible
(independientemente de que nosotros, en concreto, lo hagamos mejor o
peor). Pararse a pensar y reflexionar, aprender a dominar los
instrumentos teóricos que permiten desentrañar el presente e intentar
popularizar su uso entre los militantes y la sociedad, hoy en día, es
algo esencial. Al margen de que se esté de acuerdo o no con nuestros
análisis concretos, lo cierto es que es necesario mojarse
intelectualmente y formarse todo lo posible, no dejar ese trabajo sólo
para las instituciones académicas o para los think tanks del sistema. El
pensamiento militante siempre ha sido tremendamente fructífero.
En cuanto al sindicalismo revolucionario, lo cierto es que, pongámosle las siglas que le pongamos, también es imprescindible. La fuerza de este sistema nace de su capacidad de obligarnos a trabajar todos los días para él, de su habilidad para extraernos plusvalor que se transmuta en riqueza y poder político y social. Sin actuar donde está esa fuente esencial de apropiación de la riqueza, y por lo tanto del poder, por unos pocos, no podremos avanzar ningún paso, por mucho que intentemos forzar modificaciones legislativas en dirección a la democracia participativa. Al final, quien paga, manda,como dice el refrán, y la democracia, en el capitalismo, acaba deteniéndose a las puertas de los centros de trabajo. Los libertarios, realmente, tienen un gran depósito de experiencias e investigaciones prácticas que hacer valer en este ámbito, que es una escuela tremenda, donde aprender lo necesario para la lucha social y para la acción en común. La de Solidaridad Obrera es una ellas, y no precisamente de las peores, como demostró su clara voluntad de lucha en el Metro de Madrid, el año pasado, cuando parecía que la sociedad entera estaba dispuesta a claudicar ante los recortes sociales. La lucha sindical en los centros de trabajo se ha mostrado imprescindible históricamente para obtener cualquier tipo de mejora social, y ello independientemente de que, sin duda, deba transformarse al hilo de las modificaciones estructurales que ha sufrido el fenómeno del trabajo y el mercado laboral en los últimos decenios.
En cuanto al sindicalismo revolucionario, lo cierto es que, pongámosle las siglas que le pongamos, también es imprescindible. La fuerza de este sistema nace de su capacidad de obligarnos a trabajar todos los días para él, de su habilidad para extraernos plusvalor que se transmuta en riqueza y poder político y social. Sin actuar donde está esa fuente esencial de apropiación de la riqueza, y por lo tanto del poder, por unos pocos, no podremos avanzar ningún paso, por mucho que intentemos forzar modificaciones legislativas en dirección a la democracia participativa. Al final, quien paga, manda,como dice el refrán, y la democracia, en el capitalismo, acaba deteniéndose a las puertas de los centros de trabajo. Los libertarios, realmente, tienen un gran depósito de experiencias e investigaciones prácticas que hacer valer en este ámbito, que es una escuela tremenda, donde aprender lo necesario para la lucha social y para la acción en común. La de Solidaridad Obrera es una ellas, y no precisamente de las peores, como demostró su clara voluntad de lucha en el Metro de Madrid, el año pasado, cuando parecía que la sociedad entera estaba dispuesta a claudicar ante los recortes sociales. La lucha sindical en los centros de trabajo se ha mostrado imprescindible históricamente para obtener cualquier tipo de mejora social, y ello independientemente de que, sin duda, deba transformarse al hilo de las modificaciones estructurales que ha sufrido el fenómeno del trabajo y el mercado laboral en los últimos decenios.
OACA:
¿Cuál es tu opinión sobre el movimiento de protesta surgido a raíz
del conocido como “15-M”? ¿Ves alguna similitud con las revueltas en
el norte de África?
José Luis: Creo
que el 15-M es enormemente positivo. Ha introducido un factor nuevo en
la lucha social en nuestro país: la masa, lamultitud. Ya no somos
minorías exiguas tratando de hacer un cierto testimonio ideológico, sino
que la lucha se vuelve real, porque miles y miles de personas la hacen
suya. La resistencia a los recortes sociales y a la cada vez más clara
deriva antidemocrática de nuestra sociedad se ha vuelto un asunto que
interesa a las mayorías, que moviliza a una gran masa social. Esto era
imprescindible para poder llegar a una nueva fase, cualitativamente
diferente, de las luchas. Por supuesto, el movimiento es enormemente
heterogéneo (es un problema de cuando hay multitudes, no todos dicen lo
mismo) y todos los sectores organizados (partidos y demás), de la clase
dirigente y de la clase media, están intentado controlarlo. Sólo lo
consiguen hasta cierto punto, lo mismo que les sucede a las "vanguardias
proletarias", normalmente autoproclamadas, más que reales. Hemos de
tener en cuenta que la resistencia a los recortes y la profundización de
la democracia exigen una gran alianza social que incluya, no sólo a
nuestras bases tradicionales y a la juventud, sino también a sectores de
la clase media que ven su estatus en peligro por el saqueo neoliberal.
No debemos abandonar nuestro discurso específico por ello o disolvernos
totalmente en lo que pasa, pero si ser comprensivos y generosos con los
ritmos y necesidades de los demas y, principalmente, con esa gran masa
de gente que tiene ahora su primera experiencia de lucha y de acción en
común.
En cuanto a las similitudes con el Norte de Africa, las hay y
esenciales, pero también hay, de momento (veremos hacia donde van las
cosas) una esencial diferencia de grado. Aquí también hay varias
generaciones condenadas, sobradamente preparadas desde el punto de vista
técnico, pero abandonadas a la precariedad laboral y el paro, a la
infantilización forzosa, a la inexistencia, incluso política y cultural.
Pero aquí no se llega (al menos de momento) al extremo del hambre, y la
miseria se palía muchas veces con la solidaridad familiar. Sin embargo,
lo que si parecen dibujar las sociedades del Norte de Africa, es un
esquema, bastante plausibe, de nuestro futuro, si no reaccionamos:
autoritarismo violento y saqueo neoliberal exacerbado, con aniquilación
de la clase media, para hacernos "competitivos" en el mercado mundial.
Aún estamos a tiempo de evitarlo.
OACA: ¿Cuál crees que será el papel que tendrá el movimiento libertario en los próximos años?
José Luis: El
movimiento libertario ha de tener un papel esencial a la hora de nutrir
y extender las luchas, ha desplegar su capacidad para enriquecer las
experiencias políticas y vitales de la gente. Tenemos una tradición de
pluralidad y apoyo mutuo, de democracia directa y de productividad en
común, que va a ser muy importante en el negro futuro que nos están
preparando. Pero también hemos ido acumulando muchas taras en los
últimos decenios, como el sectarismo exacerbado de muchos, las luchas
intestinas o la tendencia a defender cosas pintorescas que sólo les
interesan a nucleos muy minoritarios autoexcluidos de la vida social. No
es encerrándonos en cuchitriles, cada vez más puros (en el sentido de
que defienden unas temáticas y unas propuestas cada vez más extremadas y
enloquecidas) y cada vez más pasivos y autoreferenciales, como podremos
avanzar, sino que hemos de decidirnos a contaminarnos, a sumergirnos en
los grandes temas de la sociedad de nuestro tiempo, en las grandes
transformaciones que vienen. Habrá que tejer muchas redes y romper
muchas normas autoimpuestas, que garantizaban nuestra pasividad. Habrá
que poner la piel en el empeño.
OACA: De forma un poco más personal, ¿por qué seguiste el camino del anarquismo?
José Luis: Provengo
de una tradición familiar (más o menos larga, según la rama) de lucha
social. Mis padres lucharon contra el franquismo y para intentar
transformar la sociedad, algunos de mis abuelos también. Entré en el
escenario de dicha lucha poco antes de que cayera el muro de Berlín, lo
que clarificaba muchas cosas entorno al estalinismo. No me importa tanto
que si se me debe definir con el vocablo "anarquista" (¿quién sabe si
lo soy o lo merezco?) como que quede claro que hago lo que buenamente
puedo por transformar la sociedad en la dirección de la democracia
directa, el respeto al individuo, la abolición de la miseria (no sólo la
económica), y el fomento de la autogestión productiva.
OACA:
¿Qué le dirías a los jóvenes y no tan jóvenes que por uno u otro
motivo se acercan por primera vez a los planteamientos libertarios?
José Luis: Que
investiguen, que se formen, que la cultura y la tradición de los
movimientos revolucionarios de los últimos dos siglos es de una riqueza
enorme, y debe conocerse para poder hacer algo que sea realmente nuevo
y bueno. Que no importa tanto en que organización estás (aunque es
bueno organizarse), sino que este es un movimiento plural, y que de
todos se aprende. Que no abandonen la vida social por estar en tal o
cual grupo, que la gente que no es "anarquista" o que no es "pura"
también puede ser tremendamente válida. Que vivan con intensidad, que
no paren de aprender, que lean compulsivamente, que gocen de la alegría y
la creatividad del trabajo en común, que disfruten de la rebeldía y
de la capacidad de construir y hacer las cosas bien, que piensen por sí
mismos.
OACA: Para terminar, puedes añadir lo que consideres oportuno.
José Luis: Buff, me he puesto tan lírico que no sé si me atrevo. Un abrazo a todos y todas.
OACA:
Otro abrazo para ti, te agradecemos de corazón el interés y esperamos
seguir disfruntando de tus escritos en el Portal. Salud.* FUENTE
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