"Se puede tener casi la seguridad de que hoy, a diferencia de lo que habría ocurrido hace dos o tres años todavía, un asunto como el que está anunciado no necesita justificación. Sin duda sigue habiendo ambientes de opinión que consideran artificiosa la preocupación por cuestiones como la que nos va a ocupar, pero tantas personas están ya lo suficientemente informadas de la importancia de los problemas ecológico-políticos que se puede prescindir de una justificación extensa. Tratar este asunto no es atender a una moda pasajera, esta problemática, por el contrario, está en agravación constante; tampoco es una cuestión de estética, como se dice a veces entre despectiva y condescendientemente; ni es una afirmación idílica de una supuesta armonía que hoy estaría vulnerada. Quien de verdad se plantea los problemas político-ecológicos sabe que no se trata de cultivar la añoranza de estadios anteriores supuestamente más felices o más equilibrados. La hipótesis de que los animales que antropocéntricamente llamamos superiores, como nosotros mismos, deban sus condiciones de existencia a una contaminación basta para evitar todo enfoque esteticista o nostálgico: nosotros respiramos porque en el estado actual del planeta hay oxígeno suficiente en la atmósfera, y ese oxígeno era polución desde el punto de vista (por así decirlo) de las algas y otros organismos que tal vez lo produjeron; esos organismos respiraban carbónico". [...]
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